Los escritores, que bien pueden presumir (no todos, claro está) de haber dado alas a nuestra imaginación gracias a sus historias, no pueden en cambio alardear tanto de haber sido creadores de cócteles, pese a lo mucho que a muchos les gusta el alcohol.
Hay uno, sin embargo, Álvaro Mutis (La nieve del almirante), que sí puede sumarse este tanto, pues, como asegura Antonio Jiménez Morato en Mezclados y agitados (Debolsillo), suyo es el maqroll, combinado bautizado como su personaje más popular. Hacerlo no necesita musas ni literatura: basta con verter en un vaso bajo de whisky tres hielos, una medida de bourbon, una de Carpano y una de vermut rojo. Y como detalle: una rodajita de naranja.
La evasión en vaso de cóctel
Bolaño y el charro negro: En dos de sus cuentos aparece el cóctel charro negro:
Putas asesinas y
Llamadas telefónicas. Hacer este combinado que beben las prostitutas de
Bolaño requiere poco: un vaso largo y estrecho cuyo borde impregnamos de lima para añadirle sal después; tras esto, ponemos hielo picado en una coctelera y añadimos, en igual medida, tequila, Coca-cola y zumo de lima. Agitamos y listo.
Luis Buñuel y el dry martini: Un verdadero fan
Buñuel de este combinado, que, según Morato, llegaba a ingerir hasta cinco diarios. Tuvo que detener el ritmo por consejo médico. "Los barman que lo atendieron sus últimos años en Madrid, ya fuera en Chicote o el bar del hotel Plaza, comentaban que, si la copa no había sido de su gusto, se iba de mal humor, pero que si le había convencido llegaba a hacer reverencias". Ginebra y unas gotas de vermut es todo lo necesario para preparar este cóctel.
Truman Capote y el destornillador: El absolutamente poco afín a convenciones y normas sociales que a desde su infancia prefería disfrazarse de niña en lugar de guerrero, nunca, más bien todo lo contrario, ocultó su fascinación por el alcohol. No en vano afirmó el autor de
A sangre fría afirmó: "Esta profesión es un largo paseo entre copas". Cuentan en
Mezclados y agitados que durante una entrevista en Nueva York el escritor bebía un destornillador. Para acercarnos alcohólicamente a
Capote al menos, podemos verter en un vaso alto lleno de hielo dos medidas de vodka, cinco de zumo de naranja, removemos y ya tendremos el inicio del viaje al personaje que fue Capote.
Hemingway y el daiquiri: Aunque sea uno de los combinados con más adeptos del mundo, fue el autor de
El viejo y el mar quien lo inmortalizó. Sobre todo por los que se tomaba
Hemingway en el bar Floridita. Aparte de él, otros autores, como Salinger y Graham Greene, lo introducen en sus novelas. El inventor de la bebida fue el ingeniero Jenning Cox, trabajador en una mina próxima a la playa de Daiquirí (Santiago de Cuba). En una ocasión le faltaba ginebra así que lo solventó añadiendo al ron azúcar y zumo de limón. Y así quedó para siempre este combinado: dos medidas de ron blanco, una de zumo de lima, azúcar y hielo picado. Agitamos todo, lo vertemos en una copa de cóctel previamente enfriada con hielo hasta arriba, y ya podemos embarcarnos en la lectura de Hemingway.
Chandler y el gimlet: Es el cóctel homenaje al género negro. La razón: estaba presente en muchas novelas de
Chandler, cuyo detective Marlowe lo tomaba. Después, las adaptaciones al cine hicieron el resto. Bogart o Mitchum que pusieron cara el detective pidiendo un gimlet lo elevaron a la popularización. Como anticipa su nombre, hay que mezclar ginebra (dos medidas) y zumo de lima (una medidad) con azúcar en un vaso mezclador repleto de hielo. Lo mezclamos y listos para honrar al detective más famoso de la historia.
Baudelaire y la absenta: El poeta encontró refugio en la misma bebida que su adorado Poe, absenta, el alcohol "capaz de hacer olvidarlo todo". Como este potente aguardiente se prohibió en algunos países y en otros su se restringió, se sustituyó con el sazerac, que fue el primer cóctel que se vendió embotellado. Eso sí: en 1873 en Francia cambiaron el brandy sazerac por la absenta. Para hacer un Sazerac y atraer, como Baudelaire, a las fuerzas de la evasión llenamos de hielo un vaso bajo, ponemos en otro un terrón de azúcar con tres gotas de amargo de Peychaud y machacamos todo. Añadimos whisky y media cucharadita de sirope de azúcar. Vacíamos el vaso del hielo para verter un chorro de absenta, agitarlo, y tras remover la mezcla del otro vaso, lo echamos en el vaso impregnado de absenta.
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