Los desafíos de Morsi en la transición democrática de Egipto

  • El ganador de las presidenciales tendrá que buscar el consenso en un país dividido donde en algunos sectores no cuaja la idea de un islamista en el poder.
  • De entrada, "nadie será discriminado" y se considerarán a todas las personas iguales ante la ley, según pronunció Morsi en su primer discurso.
  • Su gran reto es que pueda gobernar, ya que la Junta Militar se ha reservado el poder legislativo y controlará la redacción de la nueva Constitución.
  • El acuerdo de paz con Israel es otro de los puntos con los que Morsi se ha comprometido que mantendrá.
Los seguidores de Morsi, elegido presidente de Egipto, celebran la victoria en la calle.
Los seguidores de Morsi, elegido presidente de Egipto, celebran la victoria en la calle.
EFE
Los seguidores de Morsi, elegido presidente de Egipto, celebran la victoria en la calle.

Egipto ha puesto en marcha desde este domingo una nueva etapa en su historia: la transición democrática. La victoria de Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, en las elecciones presidenciales egipcias lleva por primera vez en la historia de Egipto a un islamista al poder. También se trata del primer presidente civil, ya que durante 60 años el poder ejecutivo lo han ostentado militares —el último de ellos, Hosni Mubarak—, que instauraron en los años cincuenta la república en el país al derrocar con un golpe de estado al rey Faruq I.

No obstante, desde que la revolución egipcia desencadenada el 25 de enero de 2011 logró destronar a Hosni Mubarak, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA) —la llamada Junta Militar— ha gobernado con mano firme el país. Además, hace tan solo unas semanas puso en marcha una jugada que le permitirá mantener parte del poder que hasta ahora le ha sido cedido, al menos hasta que se redacte una nueva Constitución.

De entrada, el discurso de Morsi es integrador: no se harán distinciones entre "musulmanes y cristianos, hombres y mujeres", considera que "todos son iguales ante la ley", "nadie será discriminado" y "no se harán diferencias entre la gente salvo por su respeto a la Constitución y a la ley", dijo en su primera alocución tras proclamarse vencedor de los comicios.

De este modo, Morsi tiene ante sí el reto de lograr un consenso que le permita afrontar la división que persiste en su país, donde la idea de una administración islamista despierta recelos entre los sectores liberales y laicos.

  • Hacer realidad el sueño de la Primavera Árabe

Aunque todavía es pronto para saber si esa igualdad plena que Morsi promete se llevará a cabo en la práctica, el mensaje recuerda a muchas de las peticiones que en su día sacó a la juventud egipcia a las plazas y calles: el fin de un gobierno militar, la redacción de una Carta Magna que incluya la separación democrática de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, entre otras reivindicaciones.

Sí es cierto que algunas de ellas se han quedado por el camino. Por ejemplo, los jóvenes más revolucionarios deseaban una democracia que no estuviese gobernada por militares o islamistas. No obstante, Morsi ha cumplido con lo prometido y ha abandonado tanto la formación de los Hermanos Musulmanes como el Partido Libertad y Justicia, en un gesto por desvincularse de la etiqueta islámica y aproximarse más a la ciudadanía.

La propia victoria de Morsi es también una victoria de la revolución, ya que por primera vez el pueblo egipcio pudo votar en unas elecciones libres y con más de un candidato.

  • Cohabitar con el poder de la Junta Militar

Es uno de los puntos clave para Morsi, que no lo tendrá nada fácil. De entrada, la Junta Militar apostaba en las elecciones por el candidato exmilitar Ahmed Shafiq, y aunque ha felicitado al vencedor de las presidenciales, en la última semana ha mantenido un tenso pulso con los Hermanos Musulmanes, que rechazaron las actuaciones llevadas a cabo recientemente por la Junta Militar.

Lo primero que hizo el CSFA fue disolver el Parlamento el 14 de junio —que estaba dominado por los Hermanos Musulmanes junto con el Partido Libertad y Justicia—, recuperando así el poder legislativo.

Posteriormente, una vez cerradas las urnas electorales el pasado 17 de junio, emitió unas enmiendas constitucionales para darle a la Junta Militar un poder legislativo "limitado" hasta que se forme un nuevo Parlamento. En este punto, la última palabra sobre las leyes la tendrá el nuevo presidente, que mantendrá el poder ejecutivo. El traspaso de este poder a Morsi está previsto que la Junta Militar lo realice antes del próximo 30 de junio.

Así, Morsi tendrá el poder ejecutivo mientras que los militares seguirán en el legislativo, al menos hasta que se redacte una nueva Constitución. Pero incluso entonces podrán ponerle trabas al presidente, puesto que al tener el poder legislativo controlan la comisión parlamentaria encargada de redactar el texto constitucional, donde deberán quedar perfectamente detallados el papel de Mohamed Morsi como el de las Fuerzas Armadas.

  • Estabilidad económica y seguridad ciudadana

El primero es uno de los objetivos primordiales, ya que Egipto vive en gran parte del turismo que recibe. Las revueltas del año pasado propiciaron que ese sector cayera en 2011 un 30%. Además, el descenso de la inversión extranjera han perjudicado gravemente a los habitantes del país.

Por este motivo, una de las cosas que más desean los egipcios es que regrese la estabilidad al país para que recupere el atractivo turístico y se genere riqueza.

Es otra de las asignaturas pendientes que tiene ante sí Morsi: lograr un Egipto estable. Y aunque en materia de seguridad ciudadana se hayan dado pasos como el fin del estado de emergencia, un decreto del 13 de junio ha otorgado a la cúpula militar el poder de arrestar a civiles, como si fuesen policías. Esta medida ha sido suspendida dos días después de que Morsi ganara los comicios.

  • Mantener el tratado de paz con Israel

Es un desafío a largo plazo para Morsi, que primero tendrá que solucionar los problemas internos para luego dedicarse a los externos. Dentro de los países vecinos, Israel observa la victoria de Morsi entre la prudencia y el optimismo de que se mantenga el acuerdo de paz firmado en 1979 entre ambos países.

Por parte de Egipto, Morsi ya se comprometió este domingo a respetar todos los acuerdos y convenios internacionales suscritos por su país, y agregó que "establecerá relaciones equilibradas con todos los países a base de intereses comunes, beneficios iguales y respeto mutuo". Eso sí, advirtió de que no permitirá que "ningún país interfiera en los asuntos internos" y recordó que Egipto "es capaz de defenderse e impedir cualquier agresión".

La cooperación en materia de seguridad entre Egipto e Israel ha sido en las últimas décadas soporte de la paz en la región, y los servicios de Inteligencia egipcios se han convertido en mediadores por excelencia en cualquier crisis entre palestinos e israelíes.

En esa conyuntura, los comentaristas de los medios de comunicación israelíes no creen que el nuevo Egipto ayude como canal de diálogo. Otra de sus preocupaciones es la situación en la península del Sinaí, donde en los últimos años se han afianzado grupos islamistas que periódicamente cometen atentados contra objetivos turísticos y ataques transfronterizos.

Con todo, la mayoría de los comentaristas y políticos israelíes coinciden en que el Morsi que encabezaba los Hermanos Musulmanes no será igual de radical cuando asuma la presidencia, porque deberá satisfacer las necesidades de todo un pueblo y ejercer con responsabilidad los compromisos internacionales de un Estado.

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