El arte kitsch se mantiene en la cresta de la ola un siglo y medio después de su nacimiento

  • Considerado de mal gusto, cursi y antiestético, este estilo nacido en el siglo XIX se mantiene en plena vigencia y cuenta con numerosos adeptos.
  • El Museo Cerralbo y el Museo del Romanticismo le dedican un ciclo.
La obra 'Les Cosmonautes' de Pierre et Gilles.
La obra 'Les Cosmonautes' de Pierre et Gilles.
Galerie Jérôme de Noirmont, Paris
La obra 'Les Cosmonautes' de Pierre et Gilles.

Angelitos, vírgenes y toda clase de imaginería religiosa, estampados de leopardo con fondos rosa, figuritas de porcelana, cuadros de petit point, souvenirs... El universo kitsch diluye las barreras de lo estético en un estallido de formas y colores para crear un alegre caos.

En Madrid, el Museo Cerralbo y el Museo del Romanticismo , en colaboración con la Escuela Madrileña de Decoración , dedican en mayo y junio un ciclo con charlas y visitas guiadas a esta peculiar corriente artística, que cuenta con tantos seguidores incondicionales como detractores.

Comercial y barato

El arte kitsch se asocia al consumismo, a lo hortera y lo cursi, al pop-art, al plástico, a la imitación barata, a lo decadente y también al sentimentalismo.

Está muy presente en el arte moderno, por eso muchos se sorprenderán al saber que se remonta al siglo XIX. Entre 1860 y 1870 los pintores y comerciantes de Múnich (Alemania) utilizaban este término para designar el material artístico barato, como imágenes de baja calidad compradas como souvenirs por los turistas angloamericanos. Hay quien encuentra su origen en el verbo alemán verkitschen, que significa "fabricar barato", o en kitschen, que significa "recoger basura de la calle".

También tenía otra connotación: la de lo falso, una cosa que trata de aparentar otra de mejor calidad o superior. En este sentido, lo kitsch hacía referencia al gusto vulgar de la nueva y adinerada burguesía de Múnich a finales del siglo XIX, que copiaban hábitos y costumbres de las élites culturales en su afán por escalar socialmente. Esta tendencia se hizo aún más fuerte en California a principios del siglo XX, cuando el éxito de la industria cinematográfica creó una generación de nuevos ricos emigrantes que trataban de imitar a la nobleza europea comprando títulos y grandes mansiones que reconstruían piedra a piedra en América y en las que se mezclaban sin orden ni concierto estilos como el barroco, el gótico o el rococó, antigüedades chinas, tapices medievales e incluso falsos escudos nobiliarios.

Esta connotación de "lo falso" se ha extendido a los materiales que pretenden ser otra cosa, como la pintura dorada que imita el oro, el plástico que imita cristal o madera... Hoy en día el espíritu kitsch, tan opuesto al minimalismo, se ha extendido a otros ámbitos como la música, la moda, el cine y por su puesto, la decoración.

Todo vale

"El arte kitsch es el 'todo vale' en cuanto a colores, formas, estilos y volúmenes, mezclados sin ningún criterio aparente", explica Cristina Rodríguez Goitia, profesora de la Escuela Madrileña de Decoración, que impartirá las charlas del ciclo del Museo Cerralbo. "Tomados por separado, los elementos pueden no ser tan exagerados, pero unidos crean una redundancia de la exageración".

La directora de la Escuela, Raquel Simón, confirma que el kitsch está de plena actualidad: "En este momento se encuentra en la cresta de la ola, sobre todo por cierto revival retro. Actualmente, con la vuelta de todo lo ochentero, el kitsch tiene más fuerza que nunca, además permite mezclar estilos porque, aun cuando se están mezclando muchos elementos muy diferentes entre sí, todo encaja".

Warhol, Almodóvar y otros devotos

La singular estética de lo kitsch cuenta con grandes devotos. Andy Warhol es uno de sus iconos más reconocibles. Los artistas franceses Pierre et Gilles, con sus montajes religiosos y su homoerotismo; y la artista gala Soasig Chamaillard, con sus originales vírgenes, han hecho suya esta corriente. En España sedujo a la movida madrileña: Pedro Almodóvar ha plasmado este estilo en muchas de sus películas y la casa de la cantante Alaska y su marido, Mario Vaquerizo, es uno de los templos de arte kitsch más conocidos.

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