José Coronado: "Fueron la universidad de la vida y esta cara las que me enseñaron a actuar"

  • Se pone de nuevo a las órdenes de Urbizu en 'No habrá paz para los malvados', que se estrena este viernes.
  • "Quiero ser optimista, pero vivimos en un mundo tan lleno de inseguridad y miedo que aceptamos sacrificar nuestra intimidad por más seguridad".
Nació en Madrid en 1957. Estudió Derecho y Medicina y trabajó como modelo antes de actuar. Ha sido candidato al Goya por Goya en Burdeos y La caja 507.
Nació en Madrid en 1957. Estudió Derecho y Medicina y trabajó como modelo antes de actuar. Ha sido candidato al Goya por Goya en Burdeos y La caja 507.
EFE
Nació en Madrid en 1957. Estudió Derecho y Medicina y trabajó como modelo antes de actuar. Ha sido candidato al Goya por Goya en Burdeos y La caja 507.

Tan agradable y bien conservado al natural como sucio y peligroso en la gran pantalla: así sale Coronado en No habrá paz para los malvados, donde encarna a Santos, un policía errático y alcohólico en el centro de un huracán de narcotráfico y terrorismo.

¿Cómo es este personaje?

Un derrotado con el demonio dentro. Fue un buen policía, y ahora es un desecho de la sociedad con un solo amigo, el alcohol. Tras un error, acaba metido en algo muy complejo, que muestra la inseguridad y el miedo que vive Occidente desde hace 10 años. No es un héroe, solo quiere salvar su culo, pero salvará mucho más.

¿Qué ha aprendido de él?

Como actor, mucho. Enrique Urbizu es el mejor autor de cine negro en España, y aquí era fundamental la máxima de que menos es más. Había que enseñar y ocultar un infierno casi sin palabras.

¿Y cómo persona?

La película te hace más consciente de la tremenda realidad en la que vivimos, donde los malos se nutren entre ellos. En un mundo cada vez más triste, es muy importante que las Fuerzas de Seguridad se pasen información, que todo el mundo haga bien su trabajo. Urbizu ha sabido transmitir ese desasosiego, pero invitando al espectador a reflexionar y sacar sus conclusiones.

¿Ha sido su papel más odioso?

Por goleada. Es un demonio, y no tiene redención. Llevamos con el personaje desde hace años, y tres meses antes de rodar me empecé a abandonar: engordé diez kilos, me dejé barba y el pelo largo e inundé mi mente de dejadez.

¿Cómo sobrevivió a eso?

Tras 25 años como actor, sé pasar de un personaje a José. Pero es cierto que este papel, Santos, me acaparó. Dormí muchas noches vestido, me dejé poseer por su magnitud, pero al acabar de rodar lo mandé a tomar por culo.

¿Ha vivido, en su vida personal, días así de tristes?

Todos tenemos un lado oscuro, y a veces es solo el azar el que hace que nuestra vida tome un determinado rumbo.

Aquí también se ve un Madrid muy alejado del oficial...

Sí: es un basurero, pura alcantarilla. Pero podría transcurrir en cualquier otra urbe, porque todas son parecidas. Me encantan estas nuevas torres de Babel, esta mezcla de colores y razas, de idiomas, olores y sonidos, que crean un mundo globalizado y maravilloso, pero también más peligroso y lleno de fisuras.

¿Lo ve tan mal?

Quiero ser optimista, pero vivimos en un mundo tan lleno de inseguridad y miedo que aceptamos sacrificar nuestra intimidad por más seguridad.

¿Lo justifica?

La vida está por encima de la intimidad. Es un mal menor cuando está en juego la vida, porque estamos en un mundo lleno de malvados. Por ejemplo, se sabe que el tráfico de opio y heroína nutre a los talibanes, pero no se sabe atajar. El objetivo, al final, es que el ciudadano esté más seguro.

Lleva 25 años actuando, y apenas ha estudiado interpretación.

Es verdad: casi todo lo he aprendido currando. Pero ha sido una carrera de largo recorrido, y tras todo este tiempo imagino haber aprendido ya a manejar las herramientas de la interpretación. Sé llegar a la marca, creo que cumplo, y ahora puedo disfrutar, con más relajación, de esa experiencia, y esperar que lleguen papeles y pelis como esta.

¿Es importante haber vivido mucho para ser un buen actor?

Cuando empecé no tenía mucho, pero Ricardo Franco, con quien hice mi segunda película, dijo que no sabría de talleres de teatro o Stanislavski, pero sí de la vida y de cómo mirar a una mujer. Fueron la universidad de la vida y esta cara las que me enseñaron a hacer esta carrera, y después he aprendido a vivir dignamente de esta profesión.

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