Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Por qué no funciona 'Factor X'

Jurado 'Factor X'.
Jurado 'Factor X'.
Mediaset
Jurado 'Factor X'.

Hay programas que triunfan por encontrar talentos inesperados y hay programas que sólo su retorno ya es lo inesperado. Parecía imposible el regreso de Factor X a nuestras pantallas, un talent show que llegó ya tarde a España y nunca terminó de destacar del todo. Su estreno en 2007, cuando Cuatro era aquel canal que transmitía modernidad, atesoraba la fuerza de intentar un colorista acontecimiento social. Ya sólo los sonoros pasos de la liturgia de Nuria Roca entrando al gran plató despertaban el suspense de "algo grande va a pasar aquí y no me lo puedo perder". 

Pero Factor X no caló como en otros países. Nosotros ya habíamos tenido la fórmula mejorada de OT, con su academia en la que sentir propia la evolución de los concursantes. Aún así, el Factor X ha sido buscado en territorio patrio en diversas ocasiones y de diferentes maneras. 

Ahora, de nuevo, en Telecinco. Esta vez, se participa sin categorías y las galas están grabadas casi como si fueran en directo. Lo que debería ayudar a que el show se sienta menos prefabricado, con menos cortacos de edición, y así el espectador quizá empatice mejor con las vivencias de un jurado jugando, compuesto por Vanesa Martín, Abraham Mateo, Lali Espósito y Willy Bárcenas. El de Taburete está siendo la revelación: se toma en serio el concurso, aunque sin más intensidad de la cuenta. Los cuatro artistas son los verdaderos protagonistas, al igual que en La Voz. Aunque sufren el inconveniente de que este formato no cuenta con una premisa poderosa como son la icónicas sillas giratorias coloradas, que impiden ver cómo es cada candidato hasta ser elegido.

De hecho, llevamos ya muchos años eligiendo a gente en prime time. El síndrome de "tú sí, tú sí, tú no, tú no" se ha desgastado. Estamos inmunes. Hasta ya sabemos que te acepten con un "sí" ni siquiera significa que vas a pasar de fase. La mayoría de los síes desaparecen de idéntica manera que sucede con los noes. Porque en el show de la tele ni los síes ni los noes desprenden valor real. Lo que tal vez reconforta (algo) en un mundo tan competitivo que, también, devora al propio X Factor. No cuaja porque es un déjà vu: cantantes con una anécdota vital forzada y jueces repitiendo frases intercambiables que significan poco: "Dalo todo", "para mí ha sido un regalo", "eres muy valiente", "me has transmitido muy buenas vibras", "sigue persiguiendo los sueños"...  

Parece que todo lo hemos oído y visto antes de mejor manera. La propia escenografía es escasa. Una simple superposición de cruces rojas en un fondo negro, lo que envía a la monotonía a las buenas intenciones del formato. 

La audiencia de hoy celebra los programas que se atan menos a los juicios de valor (del jurado y de los insertos que introducen de las reacciones de familiares y otros compañeros) y se sustentan más en el espectáculo con margen para sembrar la complicidad que permite conocer a los participantes. Un clima que suele surgir cuando se favorece un ambiente de implicación entre artistas más real. Entonces, la frase hecha pelota que dice que "los sueños siempre se cumplen" (spoiler: es mentira) da paso al comentario comprometido desde el detalle que nace del cariño que has cogido a quien hablas. Pero, claro, para alcanzar esta complicada atmósfera hace falta una idea de arranque auténtica para el show e inversión en tiempo y creatividad. No es suficiente con fichar a cuatro maravillosas estrellas de la música y encajar un puñado de historias de "superación", término que ya de por sí denota la tele de la condescendencia que nos saturó. Al final, los desmontables mecanos anglosajones no son lo nuestro. Somos de la verbena mediterránea.

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