Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Somos seres teatrales

Teatro Cervantes telón de boca
Teatro Cervantes de Málaga
TEATRO CERVANTES - Archivo
Teatro Cervantes telón de boca

Feliz día del teatro. Seas titiritero, o seas público. Incluso aunque no te sientas ni lo uno ni lo otro, feliz día del teatro. Porque, todos, cada uno de nosotros, somos seres teatrales. Desde que nos levantamos, representamos liturgias escénicas: de la conversación de ascensor a la sonrisa tras comprar el pan. La educación nos ha hecho actores sin telón, nuestra teatralidad hace las vidas más abrazables. Hasta nos permite tomar aire cuando los sobresaltos acompañan. 

Somos seres teatrales. A menudo, es más importante lo que aparentamos que somos que lo que de verdad somos. Y siempre, somos fruto de la inspiración de la cultura que nos ilumina, sea mucha o sea poca. Eso también nos delata. Cultura que, sin embargo, todavía se plantea como un personaje secundario de la sociedad. No es así, pero si lo fuera, la vida tampoco tiene sentido sin los personajes secundarios. Ni en la ficción ni en la realidad. Los personajes secundarios son los que permiten que avance la trama, que tenga sentido. 

En el confinamiento de 2020 se puso en valor a esos aparentes secundarios: los dependientes de supermercado, los cuidadores de las residencias de ancianos, los servicios de limpieza… Pocas veces son tratados como protagonistas, pero son esenciales cabezas de cartel de la vida de todos. También ocurre con los artífices de la cultura. Algunos sí cuentan con la atención de las cámaras y los aplausos, los llaman celebrities, aunque tras ellos existe una descomunal retaguardia construyendo valiosísimo patrimonio.

Y muchos no dudan en vivir en la incertidumbre para no dejar de crear. Aunque pasen los años, aunque el gran público nunca descubra su talento, anteponen el poder social del arte a una estabilidad económica propia. Tantos actores son los que eligen mantenerse a base de trabajos temporales, tantos de ellos precarios y con horarios particulares, no vaya a ser que les impidan estar disponibles cuando salga un casting. Mejor permanecer, por ejemplo, en empleos de media jornada con esa flexibilidad que facilite compatibilizarlos con una función, un personaje episódico en una serie o un cortometraje.

La pasión del "titiritero" suele ganar en prioridad, aunque la posibilidad de sobrevivir en el mundo artístico sea, en muchos casos, una utopía. Es lo habitual en un oficio desprotegido como el actoral, constantemente en la cuerda floja de la intermitencia. Pero eligen el inestable camino de la cultura. Porque la cultura, toda ella, nos alimenta, nos protege, nos estimula, nos desafía, nos acompaña abriéndonos la mente a otras realidades, nos hace viajar aunque no salgamos de casa. Y nos entretiene, en el más poderoso sentido del verbo entretener que, en cambio, se sigue usando con entonación despectiva.

La creación siempre está ahí, comprometida con su sociedad, su tiempo y las adversidades. Aunque no haya aplausos y la remuneración económica no sea la justa. Es la compañera que nos inspira y nos hace olvidar, al menos un rato, la soledad, los quebraderos, el miedo. Entre los nubarrones grises de la vida, siempre nos quedarán las historias de la cultura como refugio. Una cultura que elaboramos juntos. Una cultura hecha emociones compartidas, como seres teatrales que somos y ejercemos. Hasta cuando no queremos. Feliz día del teatro.

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