Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El éxito del género del 'true crime' y el peligro de la romantización de los malos

Candela Peña y María León en 'El caso Asunta'
Candela Peña y María León en 'El caso Asunta'
Netflix
Candela Peña y María León en 'El caso Asunta'

El género del true crime es uno de los grandes reclamos de las plataformas. Cuestión de morbo, pero también fruto de la perturbación que despiertan el ser humano. De hecho, el true crime suele triunfar más todavía cuando no entendemos la motivación de los malos que lo protagonizan. Porque no parecen malos. Así, este género documental define una base de la literatura clásica: el malvado que da miedo de verdad siempre atesora luces. En la ficción, y en la vida real. 

Hemos crecido en el cine palomitero con malos que eran una caricatura pura. Eran malos a tiempo completo. El Joker, por ejemplo. Malvados que servían como antagonistas útiles. Algo perversos, sí. Aunque, a la vez, nos hacían sentir mejores personas. Incluso nos ayudaban a discernir el bien y el mal desde pequeñitos.

En cambio, el malo que nos deja sin aire es ese padre ejemplar que comete un asesinato o ese terrorista que sube la compra cada día a la abuelita que es su vecina del sexto izquierda. Son los malos que nos desencajan, pues radiografían de frente las contradicciones humanas. Los claroscuros que llevamos dentro.

Cada generación, cuenta con sus maléficos de cabecera. De Angela Channing a Carmen Orozco. Del señor Burns al Profesor de La Casa de Papel. Será por malos que nos marcaron... Había para todos los gustos: patosos, escalofriantes, hotties, satíricos, hasta talentosos. Y todos con un punto entrañable. Eran de mentira, sólo eran parte de un juego de ficción que nos motivaba. Hasta animaba a ser mejores personas.

Aunque, ojo, en la edad de oro del true crime, no nos equivoquemos ahora de referentes. Podemos caer en la depravación de terminar romantizando a los autores de crímenes e incluso acabar frivolizando con las víctimas. Porque, a veces, parece que dejamos de hacer el ejercicio de distinguir la empatía de un guion con la tragedia de la realidad. Dediquemos las emociones a los villanos de película que dan risa, no a los tiranos de la vida que nos insensibilizan.

Periodista

Licenciado en Periodismo. Máster en Realización y Diseño de Formatos y Programas de Televisión por el Instituto RTVE. Su trayectoria ha crecido en la divulgación y la reflexión sobre la cultura audiovisual como retrato de la sociedad en los diarios 20 minutos, La Información y Cinemanía y en programas de radio como ‘Julia en la Onda’ de Onda Cero y 'Gente Despierta' de RNE. También ha trabajado en ‘La hora de La 1' y 'Culturas 2' de TVE, entre otros. Colabora con diferentes universidades y es autor del libro 'Tele: los 99 ingredientes de la televisión que deja huella'.

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