No es ninguna novedad que los bancos estén endureciendo las condiciones para aprobar una hipoteca. La nueva ley hipotecaria, que entrará en vigor el 16 de junio, deja poco margen de maniobra.
Las entidades tendrán que poner de su bolsillo casi todos los gastos y esto provoca que los clientes tengan que superar mayores tests de solvencia. Las personas que quieran acceder a una hipoteca deben tener un buen colchón económico para poder acceder al préstamo de la banca.
Atrás quedará la hipoteca en la que los directores se ponían la venda en los ojos y daban el ‘ok’ a la firma con el 100% del importe de la vivienda. Mientras, la banca intenta mejorar sus condiciones.
La hipoteca fija parece que gana adeptos ante el miedo de la subida de tipos. La gente prefiere pagar una cuota fija y no pensar en qué hará la entidad de turno cuando suba el euríbor. Pero a la vez que suben las condiciones hipotecarias, el acceso a la vivienda a la población joven baja.
El precio de alquiler sigue escalando, y como consecuencia, la demanda de la vivienda sube. Y como consecuencia de esa consecuencia, el precio de las compras se va calentando. Ante esta disyuntiva cabe preguntarse si la nueva ley hipotecaria ha beneficiado o perjudicado al cliente.
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