No quieren ni oír hablar del tema. Solo ser la llave a toda costa. Rivera y los suyos se emplean estos días de frenesí en pelear contra la marea de las encuestas electorales (desde hoy, por cierto, prohibidas y trasmutadas en frutas del mercado, ya verán), esa que les deja prácticamente igual. Porcentaje de votos parecido, pero puede —dice la mayoría de sondeos— que algún escaño menos; casi 39, casi 40.
Ahí ha visto el filón el impasible Rajoy, que intenta apelar a su voto útil y, de paso, recuperar a los votantes que el emergente le sisó. El reto de los naranjas será convencer a diestra y siniestra de que aún siguen en el centro y de que desde allí, además de cantar por Serrat, pueden cambiar el panorama. Solo quieren que el día de marras suene La Réjouissance de Händel para elevar la barbilla.
Este lunes contó Sánchez que Rivera se solidarizó con él "por mensaje" por el burdo ataque con el viral de la mano y el 'racismo'. Hacía falta bajar el tono. Venga, ya queda menos.
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