Amaya Larrañeta Redactora '20minutos'
OPINIÓN

'Jauría', un escalofrío de puro teatro documental

María Hervás durante la representación de la obra 'Jauría' en el Teatro Kamikaze de Madrid.
María Hervás durante la representación de la obra 'Jauría' en el Teatro Kamikaze de Madrid.
María Hervás durante la representación de la obra 'Jauría' en el Teatro Kamikaze de Madrid.

El juez empezaba a leer en voz alta la sentencia. Fue decir que condenaba a los cinco sevillanos por "abusos" y en ese instante penetró en la sala un grito sordo y unánime, como si una ola de espíritus se filtrara por la fachada bramando: "¡No es abuso, es violación! ¡No es abuso, es violación!".

Nunca olvidaré ese momento.

Aquel día estaba sentada dentro de la Audiencia de Navarra. Pero la otra noche, sentada en la séptima fila de la platea del Pavón de Madrid, volvió a recorrerme un escalofrío idéntico durante la representación de 'Jauría', la obra que Teatro Kamikaze ha levantado magistralmente sobre el caso.

No les quiero engañar. Si van a verla, lo pasarán francamente mal. Pero háganlo, si no quieren perderse una obra valiente (estará en Madrid hasta el 21 de abril, después harán gira).

La historia es la que es. Cinco jóvenes se ofrecen a acompañar a una chica de 18 años a su coche a descansar de la fiesta en Pamplona, pero la meten en un portal, le penetran varias veces y le obligan a hacer todo tipo de felaciones, la graban en vídeo, y la dejan desnuda, tirada en un rincón y sin teléfono móvil. Ella denuncia las violaciones y sienta a esos cinco 'prendas' en el banquillo de los acusados. El tribunal dice creer a la víctima y, sin embargo, dos jueces aprecian abusos sexuales, no violación, y el tercero ve "jolgorio" en lo ocurrido.

Juzguen ustedes.

La obra se construye entera sobre las declaraciones en el juicio, sin añadir ni una frase de cosecha propia. Es puro teatro documental. A pesar de que llevo trabajando en el caso desde 2016, me conmueven el orden del relato, la puesta en escena y los actores. El montaje acierta al iluminar al público con frecuencia, como si pretendieran interpelarnos como sociedad por la naturalización de la convivencia con la violencia sexual.

En la escena final, el cuerpo te pide aplaudir el esfuerzo actoral pero la dureza de los hechos narrados te deja bloqueada en el asiento algunos segundos. Mientras me abrigo y salgo a la fría noche de Madrid me quiero imaginar a la joven que denunció a la manada durmiendo segura en una casa de esta ciudad. Pienso entonces cuánto hay que agradecerle su valentía, que nos ha abierto los ojos a la cruel realidad de cómo algunos jóvenes entienden el sexo.

Y me pregunto entonces qué habrá sentido el resto del público y echo en falta un breve coloquio. En lugar de eso en ellas creo ver alguna lágrima. A ellos intuyo que les duele en la boca del estómago.

Judicialmente, el caso está en manos del Supremo. En unos cuantos meses el Alto Tribunal dictará la sentencia final. Más que el número de años de prisión será relevante que determine si fue abuso o violación. La Justicia está a tiempo de alinearse con la sociedad que lleva meses manifestándose en todas las ciudades de España, la que ha entendido que lo importante es el consentimiento sexual.

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