¿Te imaginas que el próximo alcalde de Madrid sea un robot? En Tama, un distrito de Tokio, se lo han empezado a imaginar hace unos días. Uno de los candidatos en las elecciones locales era una máquina de formas humanas, plateada y femenina, llamada Michihito. Ha quedado tercera, muy lejos del primero. Se ve que la inteligencia artificial no ha inspirado a los votantes más confianza que la inteligencia natural de los políticos, y eso que no atraviesa su mejor momento.
La promesa de Michihito consistía en llevar a cabo "políticas justas y equilibradas para todos". Como lema, es incontestable, populismo robotizado. Pero ¿qué son políticas justas? ¿Qué es lo justo y lo equilibrado? Los filósofos y los políticos llevan 2.500 años dando respuestas. Como no hay acuerdo, existe el pluralismo y los partidos.
Michihito prometía analizar "todas las peticiones dirigidas a ella, sus pros y sus contras, para determinar estadísticamente sus efectos". Pero pros y contras, ¿para quién? Hay gente convencida de que es mejor establecer pocos impuestos, y que cada cual se pague sus hospitales y colegios. Hay quien cree, por el contrario, que es mejor recaudar impuestos proporcionados y dar servicios públicos a todos. ¿Sobre cuál de estos dos principios se programó a Michihito?
Hablamos de ideas políticas. Resulta difícil dejarlas de lado cuando nos referimos a una alcaldía, pero no lo serían menos otras cuestiones básicas en democracia: ¿quién rendiría cuentas ante el Pleno municipal? ¿Quién sería responsable de las decisiones, Michihito o sus diseñadores? Como experimento social es fascinante. Como campaña de marketing de sus fabricantes, genial y arriesgada, pues encarna nuestro mayor miedo: ser dominados por los robots.
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