Era un iluso. Pensaba que todo cambiaría en octavos, creía que el juego de España mejoraría, soñaba con la vuelta del tiki-taka en versión vertical, suponía que jugadores de tanto pedigrí –veteranos o noveles– darían un paso adelante, confiaba en que Hierro hiciera algo más que figurar.
Iluso yo por confiar en sensaciones que nunca fueron realidad en Rusia. Los sueños... pues eso son.
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