JOSÉ JAVIER RUEDA. PERIODISTA
OPINIÓN

La Historia lo juzgará

José Javier Rueda García
José Javier Rueda García
20 Minutos
José Javier Rueda García

Fidel Castro se ha encontrado por fin con la Historia a los 90 años. Cuando solo contaba con 27 la había desafiado abiertamente ante los jueces que le iban a condenar por rebelarse con la dictadura del presidente Batista: "A los magistrados, mi sincera gratitud por haberme permitido expresarme libremente. No les guardo rencor. Condénenme, no importa. La Historia me absolverá" (discurso de autodefensa de Fidel Castro en el juicio por el fallido asalto al cuartel Moncada en 1953).

Cuando pronunció estas célebres palabras, el comandante revolucionario tenía ya el apoyo de muchos cubanos. Seis años después, en enero de 1959, entraba en La Habana tras derrotar al ejército del tirano Batista. Hoy, todo es muy diferente en la Cuba del siglo XXI. La isla caribeña lo ha sufrido durante más de medio siglo como un vehemente dictador que ha violado los derechos humanos, ha prohibido los partidos políticos, ha encarcelado a miles de opositores, ha censurado a la prensa... Durante más de cinco décadas, también ha sido un mito para muchos, un 'dictador bueno' que recibió a Juan Pablo II en La Habana, que fue amigo de Manuel Fraga y García Márquez, que fue aclamado y criticado allá donde iba, que suscitó los mayores odios y los más intensos amores. Esta contradicción ha sido su característica esencial.

Lo dijo su mejor biógrafo, el norteamericano Tad Szulc: "Fidel tiene una personalidad tan compleja que puede ser de todo: héroe de la Humanidad humilde y, al mismo tiempo, el represivo dictador comunista a los ojos de muchos cubanos". De hecho, innumerables intelectuales europeos y americanos le consideraron un dictador que utilizó su dictadura para hacer el 'bien'. Además, como plantó cara al imperialismo yanqui, se le concedió una indulgencia casi plenaria. Ya hace tiempo que muchos de estos intelectuales se distanciaron del castrismo, pero aún perdura la teoría de la dictadura benéfica. Esa tesis establece que la revolución cubana representó en los años sesenta la promesa de llegar a aunar, finalmente, la justicia social con la libertad. Pero justifica su fracaso en que Fidel Castro se vio obligado de forma inevitable a introducirse en el juego geopolítico (la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS).

Posiblemente no haya un líder que suscite tantas pasiones como este hijo de un inmigrante español y alumno de los jesuitas. Ya a su entrada triunfal en La Habana, con tan sólo 33 años, era un mito. De hecho, el personaje es sobre todo un maremágnum de historias y leyendas. Como la del irreducible guerrillero que se embarcó con 82 compañeros para expulsar al dictador de su país. "Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, venzo", dijo el salir de México.

La aventura acabó en una carnicería con solo tres supervivientes. Fidel se pasó tres días panza arriba en unos cañaverales mientras aleccionaba a sus dos únicos hombres sobre cómo sería la revolución. Entre los tres tenían dos fusiles y dos pares de botas.

Su biografía es una amalgama de hechos y de leyendas. Por ejemplo, los más de seiscientos intentos de asesinato que ha sufrido. Todas estas historias han ido alimentando el mito. Un mito que ha tenido que convivir con la dura realidad de que ese personaje era también un dictador.

Castro, después de haberse lanzado a la revolución como un católico de clase media, se declararía más tarde marxista-leninista, y, tras el bloqueo norteamericano, estrechó su alianza con la URSS. La historia posterior es conocida: la invasión de la bahía de Cochinos (organizada por la CIA), la sovietización de la isla, su habilidad para sortear el embargo, el inmovilismo numantino tras el colapso del bloque soviético y, a partir de 1993, la tímida apertura económica "para salvar el proyecto revolucionario".

Con el correr de los años, se fue confirmando que la revolución devora a sus propios hijos y el comandante fue acabando con sus antiguos colaboradores cuando le acusaron de haber creado una dictadura personal. El régimen fue aislándose progresivamente y la estrella del líder supremo fue apagándose. La desaparición de la URSS vino a demostrar que la dictadura del proletariado es, en su esencia, una dictadura más.

Fidel Castro es un antiguo dinosaurio de la revolución; es también un símbolo de rebeldía y, a la vez, de dictadura. Como dijo Octavio Paz, es un personaje arcaico con el carácter de un incunable.

Nadie niega ya que  su huella en la historia del siglo XX será de las más profundas entre los protagonistas de la centuria. Otra cosa es cuál será el veredicto de las generaciones futuras. Mientras resuena su famosa frase en el juicio por el asalto al Moncada ("Condénenme, no importa. La Historia me absolverá") estos días se acumularán los adjetivos para intentar definirlo: contradictorio, impulsivo, omnipresente... pero, al final, siempre surge la misma pregunta: ¿Le absolverá la Historia?

Mostrar comentarios

Códigos Descuento