Discutieron y le dio un mal golpe, después le asfixió. Es la confesión de la asesina del pequeño Gabriel. Maldad en estado puro. Es obvio, le estorbaba el chaval en su relación de pareja. Es ‘ la bruja mala’ de este cuento trágico que la madre del niño pide que nos saquemos de la cabeza. "Que cese la ira", clama, para que la muerte de su hijo no saque lo peor de nosotros. Ni el acoso a familiares inocentes de la inculpada ni los linchamientos honran la memoria del crío. El odio es socialmente tóxico.
OPINIÓN14.03.2018 - 06:37h
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