CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

Ni el problema es Pedro ni la solución Susana

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

He hablado con 'sanchistas', 'susanistas' y 'patxistas' (que los hay) y he llegado a una conclusión: el PSOE está al borde del cisma. "Eso es imposible en una organización centenaria", me dirás. Ya, te contestaré, pero también parecía imposible la ruptura de Felipe González y Nicolás Redondo, pilares del actual partido, y se produjo con todas sus consecuencias. Para la historia, reuniones donde entraba Redondo con un recorte de prensa, preguntando:

-¿Cuántas copas se ha tomado el que ha dicho esto?

Y contestaba Carlos Solchaga, con otro recorte y otra pregunta:

-¿Y quién es el hijoputa que ha dicho esto?

Redondo y su gente terminaron por marcharse y UGT promovió con CC OO la única huelga general contra un gobierno que ha tenido éxito absoluto, la de 1988.

Me dirás que en esa ruptura influían los personalismos, que Redondo no había digerido que fue Felipe, y no él, quien se quedó con el control del partido tras el congreso de Suresnes. Naturalmente que influyen los personalismos, te diré. Más que las ideologías. Seguro que en la deriva de Sánchez influyó el instinto de supervivencia: como no quería comerse el marrón de apoyar a Rajoy y que lo echaran al día siguiente, se agarró al clavo ardiendo del 'no es no'. Pero entre ideologías y personalismos se llega a un punto de no retorno y el PSOE está llegando a ese punto.

Sostengo desde el minuto cero que el problema no es Sánchez, entre otras cosas porque este no es solo un problema de liderazgo: es de pérdida de discurso (territorial, económico, europeo) y de distanciamiento entre el partido y sus electores, los dirigentes y los militantes. La división se ha convertido por sí misma en el mayor de unos problemas que empezaron en 2010, cuando Zapatero empezó a echar la crisis sobre las espaldas de los ciudadanos, sin saber explicárselo. La etapa de Rubalcaba fue plana y Sánchez heredó una organización que ya estaba cayendo en picado. Aunque le recuerden sus fracasos electorales, el primer gran aviso de las urnas fueron las elecciones locales de mayo de 2011; mientras los jóvenes empezaban a acampar en las plazas,los socialistas salían de unos ayuntamientos donde habían entrado en 1979 y perdían sus últimos sismógrafos a pie de calle.

Si el problema no es Sánchez (a quien tampoco quito méritos en el desastre), la solución no es Susana. Ni siquiera Patxi, que es el único de los tres aspirantes a la secretaría general que no ha salido con intención de ganar sino, precisamente, de encontrar soluciones. La solución no está en jugar a la carta más alta de unas primarias o un congreso: está en la integración.

Tendrán que espabilarse, porque ni Sánchez ni Díaz son unos integradores natos. Sánchez pasó su última etapa de secretario general metiéndole los dedos en los ojos a sus adversarios internos, como saben en Galicia, Asturias o Madrid, con cambio de cerradura incluido. Las técnicas de integración de Díaz alcanzaron su cénit en el bochornoso asalto a Ferraz. Gane quien gane, el partido quedará roto si no hay una integración real entre las dos almas del partido. No es malo que haya dos almas: es imprescindible (y eso deberían recordarlo también los de Podemos) si se quiere llegar a mucha gente. Entre los electores naturales del PSOE unos miran con simpatía hacia Podemos y otros sueñan con la estabilidad, aunque sea pactando con el PP. ¿Son posiciones irreconciliables? No. En los buenos tiempos, Boyer hacían guiños a los banqueros y Guerra a los descamisados, mientras gobernaban con el PCE en los ayuntamientos.

¿Están todavía a tiempo? No sé, pero ya les vale. Los susanistas sueñan con el aplastamiento, convencidos de que muchas agrupaciones que apoyaron a Sánchez ahora no lo apoyarían ni en pintura. Los sanchistas suenan con que suene la gaita de las primarias.

¿Y si las primarias dicen una cosa y el congreso, otra? Tranquilos. Igual no llegan a eso. Igual se suicidan antes juntos, como las ballenas.

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