El informe del Banco de España cuenta que la crisis ha recortado más los sueldos que los beneficios empresariales. Eso solo ha podido sorprender a los que mandan, que el resto ya nos sabíamos esa película de la que todos hemos sido protagonistas.

En la mía particular, el bache me hizo frenar cuando recorría a velocidad de crucero un sector privilegiado como el del guion. Por aquel entonces ya había escrito un par de series de la tele, pero tardé un tiempo en volver a ver mi nombre en pantalla. Me pagaron menos que en mi despertar laboral, y con contrato de falso autónomo. Y nada de protestar que tener curro ya no era un derecho, sino una alegría. Más uno pijo.

Han pasado años suficientes como para pensar que esa peli se ha acabado, aunque en realidad la echen en sesión continua. Verla tantas veces me enseñó a no dar nada por seguro y entrar en todas las salas con butacas libres. En una de ellas doy clases de guion a chavales a los que no sé qué responder a la pregunta de si van a vivir de lo suyo. Alumnos de centros públicos y privados, aunque sus padres casi gastan lo mismo porque las reformas no han ido en la dirección de la educación. A esos futuros trabajadores les suena a chiste pagar impuestos en un estado cuya proclama de bienestar brilla por su ausencia.

Y eso en un sector privilegiado, que las historias que ha dejado la crisis en la hostelería, la construcción y todos esos trabajos en los que la balanza está más descompensada, incluyen secuencias mucho más duras. El Gobierno tiene ahora un informe que advierte de que precarizar el trabajo llevará a un remake de la película de la crisis. En su mano está escribir una nueva versión del guion. En la nuestra, exigírselo.