Francisco Aranda Diputado por Barcelona y miembro de la Diputación Permanente en el Congreso
OPINIÓN

Lo que está en juego

El líder nacional de Vox, Santiago Abascal, ha acudido a la sesión de investidura en las Cortes de Castilla y León para apoyar a García Gallardo, que será elegido vicepresidente del Gobierno en la comunidad. "Era muy importante estar en Castilla y León apoyando a este gobierno de coalición que inicia una nueva etapa en la comunidad, pero que sobre todo constituye una gran esperanza para millones de españoles que observan esta coalición como una posible alternativa para toda España, por lo tanto este es un gobierno que va a tener muchos enemigos", ha afirmado en respuesta a los periodistas a su llegada al parlamento.
El líder nacional de Vox, Santiago Abascal, en la sesión de investidura en las Cortes de Castilla y León. 
El líder nacional de Vox, Santiago Abascal, ha acudido a la sesión de investidura en las Cortes de Castilla y León para apoyar a García Gallardo, que será elegido vicepresidente del Gobierno en la comunidad. "Era muy importante estar en Castilla y León apoyando a este gobierno de coalición que inicia una nueva etapa en la comunidad, pero que sobre todo constituye una gran esperanza para millones de españoles que observan esta coalición como una posible alternativa para toda España, por lo tanto este es un gobierno que va a tener muchos enemigos", ha afirmado en respuesta a los periodistas a su llegada al parlamento.

La coincidencia en el tiempo de la primera vuelta de las presidenciales francesas y la investidura del presidente Mañueco en Castilla y León, nos arroja algunas interesantes conclusiones sobre el tiempo que estamos viviendo.

En el país vecino, el presidente Macron resultó vencedor de la primera vuelta con un 28% de los votos, junto con la ultraderechista y aliada de Vox, Marine Le Pen, heredera del Frente Nacional, con un 23% de los votos. En la segunda vuelta se dirimirá entre estos dos candidatos, como sucedió en 2017, y podremos ver si Francia se mantiene dentro de la política que se desarrolla en un marco de valores comunes, o se adentra en el territorio oscuro de la ultraderecha. 

Ante esta disyuntiva, el tercer candidato más votado, Jean-Luc Mélenchon, que recogió la mayor parte del voto de izquierdas y que obtuvo un resultado del 22%, solo con 400.000 votos por debajo de Le Pen, ya anunció que ningún voto podía ser dirigido en segunda vuelta a Le Pen, anuncio que también hizo la candidata socialista, Anne Hidalgo, o la centrista Pécresse. 

Parece, pues, muy claro que la mayoría de las fuerzas políticas envían un mensaje diáfano a sus electores y, por extensión, a la ciudadanía: la ultraderecha no puede tener la más mínima opción de llegar al gobierno. Las consecuencias de lo contrario pueden ser devastadoras para la convivencia, los servicios públicos y los derechos sociales.

Algo similar ocurre en el otro 'gigante' de la Unión Europea, Alemania, donde no existe opción alguna de pacto con la fuerza ultraderechista de ese país por parte de ningún partido, incluyendo a la formación conservadora CDU/CSU.

En un momento de encrucijada para Europa, donde asistimos a una cruenta invasión por parte de Putin sobre Ucrania que está causando una guerra devastadora, con situaciones de crímenes de guerra contra la población civil y donde nuestros valores comunes, construidos de forma constante y con voluntad colectiva de hierro de entre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, están sometidos al ataque de la tiranía; es más importante que nunca la unión cívica y ciudadana en favor de una Unión Europea solidaria, fraternal y de progreso.

Esto incluye una dimensión ética relativa a levantar un muro democrático de votos y firmeza de convicciones contra la extensión de la amenaza ultra, que pretende no solo cuestionar la esencia misma de la Unión Europea, sino volver al nacionalismo identitario, a la huida de la pluralidad y la convivencia, y a una política cerrada, sin apenas aire democrático, en forma de leyes amplias que amparen los derechos civiles. Este combate democrático es, también, un ejercicio constante en todos los niveles de confrontación de los valores que representan las dos vías que aparecen en esta encrucijada.

O estamos con la defensa de lo que nos une, o estamos del lado del que nos quiere separar por nuestras diferencias. O estamos a favor de quienes piensan en todos y todas, o estamos del lado de quienes tienen una línea clara homogeneizadora. O construimos instituciones sobre los pilares de la convivencia, o se deja entrar a quienes sustentan su verdad sobre bulos.

O estamos a favor de quienes piensan en todos y todas, o estamos del lado de quienes tienen una línea clara homogeneizadora

No puede haber dudas a la hora de legitimar posiciones ultras, ni blanquearlas por el hecho de necesitar sus votos para gobernar. La frialdad que demuestran los líderes ultras a la hora de insultar, de revisar la historia, de negar evidencias científicas, de querer dar marcha atrás en conquistas sociales, de negar la violencia machista que mata a las mujeres por el hecho de serlo, y de amparar y difundir bulos, es una demostración clara de cómo se entiende la política y los mecanismos para llegar al poder.

Es mucho lo que está en juego. Otras veces hemos visto cómo entiende la ultraderecha la política una vez que pasan de las palabras y eslóganes a la 'tarea de gobierno'. Está ocurriendo hoy mismo.

A veces tendemos a pensar que las cosas no sucederán. Que nos queda muy lejano. Que al final las cosas no se tuercen. Es un pensamiento normal y humano. Pero la mayoría de las veces eso ocurre porque hay mucha gente que trabaja para que no sea así. Que se planta, que no blanquea, que sostiene la bandera de los valores y les disputa la hegemonía del discurso, gente que desde el más pequeño rincón dice alto y claro que no. Que no va a suceder. Ese momento también es ahora.

Mientras el PP, para vergüenza de sus socios conservadores europeos, se convierte en el primer partido que llega al poder en una región de la mano de la ultraderecha y les abre la puerta de las instituciones, hay, en paralelo, mucha otra gente que está diciendo que no. Y estos segundos y no los primeros, tienen la llave del futuro.

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