Alejandra Jacinto Portavoz de Vivienda en Sumar
OPINIÓN

¿Dónde están los pobres que yo los vea?

El portavoz del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso y consejero de Educación, Enrique Ossorio, en una imagen de este miércoles.
El portavoz del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso y consejero de Educación, Enrique Ossorio.
Comunidad de Madrid
El portavoz del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso y consejero de Educación, Enrique Ossorio, en una imagen de este miércoles.

Enrique Ossorio, consejero de Educación y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, debe aglutinar ahora mismo uno de los mayores consensos de la población madrileña en lo que va de año, hasta el punto de que, a estas alturas, solo él sigue estando de acuerdo consigo mismo. O, al menos, eso da a entender ese pulgar orgullosamente erguido que me mostró ayer en el pleno de la Asamblea mientras yo ironizaba sobre el éxito mediático de su inspirado gag buscando mendigos a su vera. Y es que a la previsible, justificada e imprescindible tromba de reproches que desde la esfera política y mediática y desde el purgatorio de las redes sociales le ha caído al consejero, se ha unido la esfera académica, poco proclive a entrar al trapo en estas refriegas y, quizá por ello, atronador síntoma de que el asunto, analizado con algo de profundidad, es más grave de lo que puede parecer a simple vista. Pero ojo, porque la atención que acaparó el vídeo de marras hizo que pasase desapercibida la telonera del acto de presentación del informe Foessa, la consejera de Políticas Sociales, Concepción Dancausa, quien dijo, al parecer, sin leerse el susodicho informe, que disentía del mismo porque había estudios que indican lo contrario. Acto seguido, abandonó el lugar sin quedarse a la presentación de resultados haciendo un involuntario homenaje a esa estrofa de Sabina que dice: "Dijo hola y adiós, y el portazo sonó como un signo de interrogación".

Yo, antes de decir esta boca es mía, me he dedicado a pegar la hebra con algunos de esos académicos que aseguran que no existen tales estudios a los que invoca Dancausa y, en cualquier caso, ninguno que juegue en la liga del informe Foessa, el más completo, objetivo e independiente que hay en este país, según palabras literales de los expertos. No en vano, reposan sobre el informe las manchas de las tazas de café de más de 150 investigadores de 8 universidades e institutos, que son muchos, y de tantos sitios diferentes que resulta difícil imaginarse sesgo ideológico alguno y que, de llegar a instalarse “conspiranoia” sobre sesgo alguno, digo yo que caería a favor del Gobierno regional, que es más de misas que la oposición.

Y es que el sesgo no parece estar en el informe, sino en los “desinformados”, es decir, Ossorio y Dancausa, que como todo fiel acólito de Ayuso, van a piñón fijo y como pollo sin cabeza con premisas irracionales y precocinadas, esta vez homenajeando a Astrud con esa otra estrofa que dice: "Todo nos parece una mierda menos lo nuestro". Y es que, aunque se pasen el día culpando a la coalición de Gobierno hasta de la nube de polvo sahariano, la mismísima Ayuso dijo ayer en el pleno que “es la gestión de la izquierda la que provoca la pobreza, las desigualdades y las dificultades y luego arriman el hombro con la pancarta para intentar echar a los demás las culpas". Las políticas de servicios sociales son competencia autonómica, por lo que están obligados a reaccionar ante un informe como este con la negación absoluta. Reconocer que ese informe se corresponde con la realidad sería tener que reconocer también que Unidas Podemos no se inventa nada cuando les acusa de que la calidad de la protección social que han logrado construir el PP en 27 años gobernando es bochornosamente insuficiente. Es la sociedad civil -con iniciativas como la paralización de desahucios a través de las asambleas de vivienda o las despensas de alimentos vecinales- la que está encarnando el salvavidas frente a la precariedad en la Comunidad de Madrid, la más desigual de entre todas las regiones en 2019 según el informe Foessa y, precisamente, a causa del pírrico parque de vivienda social del que disponemos en nuestra región. Y es que el detonante de esa pobreza relativa se encuentra en ese perfil de trabajador y, sobre todo, de trabajadora (aunque Ayuso no entienda eso de la “feminización de la pobreza”) que, después de pagar el alquiler y los suministros básicos, tiene que acudir desde principio de mes a una despensa solidaria para llenar la nevera porque no le queda nada en el bolsillo. Y sí, ese es el pobre que el consejero Ossorio no puede ver al girarse mirando al suelo, porque no está en una esquina de la calle Lagasca, sino intentando no ser desahuciado de su casa.

La clave del asunto está en que en las sociedades de lo que llamamos “primer mundo”, la pobreza no empieza en los que viven con menos de un dólar al día, como escuchamos habitualmente de países exóticos y lejanos -en los que no pensamos nada más que para irnos de vacaciones-, sino que empieza en todos aquellos cuya renta es inferior al 60% de la renta mediana del país o de la región en la que se encuentren. Y, es que, con 1.000 euros al mes se puede ser un privilegiado en Bali, pero en Madrid hay que hacer malabares para no estar en números rojos desde el día 5 de cada mes. En esta misma línea, la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística nos arroja cifras que, desde lo subjetivo, jamás nos habríamos imaginado nadie, pero que desnudan la realidad ante nuestro pudor con datos como que el 38,3% de los madrileños tenían en 2020 dificultad o mucha dificultad para llegar a fin de mes, que el 28,8% no puede afrontar ningún gasto imprevisto o que un 10,8% no pueden mantener la vivienda a temperatura adecuada.

En un escalón no tan dramático pero tampoco carente de importancia, un 23,8% no se puede ir de vacaciones al menos una semana al año, y un dato que evidencia la estrategia del “sálvese quien tenga” del Partido Popular, es que Madrid es la comunidad autónoma que menos invierte en sanidad, lo que se traduce, por un lado, en que los seguros privados suponen ya un 36,7% en Madrid frente al 23,4% de la media nacional y, por otro, que la esperanza de vida oscilara, en 2018, entre los 78,4 años de los residentes en el barrio de Amposta y los 88,7 en El Goloso.

No obstante, no debemos pasar por alto que detrás de las palabras del consejero Ossorio hay una estrategia política consciente del PP que apuesta por la desigualdad como modelo y que desprecia sus consecuencias porque, entre otros motivos, todo lo miden en base a rentabilidad electoral. Es muy preocupante que quien debe hacerse cargo de un problema niegue su existencia aunque los datos se le echen encima. Y es que, tanto Ossorio como Dancausa, saben perfectamente que, en vez de mirar al suelo buscando pobres, deberían leerse con atención el informe de Cáritas, claro que eso supondría evidenciar la trastienda de los datos del PIB de los cuales sacaban pecho apenas hace un par de días. Esa trastienda es la pobreza, la exclusión y la desigualdad social que campa a sus anchas en la Comunidad de Madrid aunque su Gobierno se empeñe en cerrar los ojos.

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