Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El triunfo del podcast: el refugio de la verdad

Carolina Iglesias y Victoria Martín, autoras de 'Estirando el chicle'
Carolina Iglesias y Victoria Martín, autoras de 'Estirando el chicle'
Podium Podcast
Carolina Iglesias y Victoria Martín, autoras de 'Estirando el chicle'

Mientras la televisión confunde ritmo con prisa, el podcast se ha convertido en ese refugio tranquilo donde escuchar a personas conversando de verdad y con verdad. Es lo que une a los podcast más escuchados de este país, que ya son un fenómeno contrastado del que deberían aprender los medios audiovisuales más tradicionales.

El éxito de estos podcast está en que atesoran una autoría aplastante, generando fuertes vínculos con una audiencia que se siente partícipe de lo que escucha. No se trata a los espectadores con condescendencia y se opta por una charla sin el corsé de corrección mal entendida que no representa la vida cotidiana.

Estirando el chicle, Nadie sabe nada, Menudo cuadro, Todopoderosos, La vida moderna, Buenísimo Bien... todos estos podcast suman escuchas y escuchas por diferentes circunstancias, pero, a la vez, todos reúnen un mimbre en común para calar en la sociedad: si en los medios clásicos la mayor parte de los programas siguen estructuras muy parecidas por la velocidad de producción de hoy, los podcast han recuperado los programas con un universo propio con el que su público objetivo se siente representado. Hasta abordan con naturalidad aquello que en otros lugares se vetaría porque se ha interiorizado que no funciona en las audiencias, tutelando así los gustos de un público que todavía en algunos ámbitos se cree que sólo asiste a la pelea exagerada o a la lágrima intensa.

"La perfección se suele torcer en frialdad"

El éxito de los podcast más escuchados está en que no son programas que busquen la perfección que, al final, se suele torcer en frialdad. No pasa nada por trabarse en directo. Ni siquiera pasa nada por olvidarse que estás presentando un formato.  Así de imperfectos somos en la vida cotidiana. Tampoco se trituran los contenidos con ese estrés que desconfía de la paciencia de la audiencia. Al contrario, los podcast suelen abrazar esa capacidad de atención del espectador en la que se dejó de creer en otros medios más masivos. Y es que, cuidado, el espectador u oyente también se termina marchando si es aturullado de impactos rápidos e inconexos.

Nada que ver con los podcast que se dejan llevar sin pisar en exceso el acelerador, ya que comprenden lo relevante que es construir una atmósfera y dar tiempo al tiempo para que surja esa complicidad que es vital en la comunicación. Es más, es decisiva para que los invitados o personajes protagonistas se relajen y, de verdad, aporten su mirada propia. Porque es muy difícil ser uno mismo en un programa. Menos aún si se aturde al entrevistado por las prisas. Entonces, termina cayendo en lugares comunes y la conversación no trasciende.

Al final, los podcast que destacan son los que despiertan el poder de la identificación en su público. Muestran cómo somos ahora mismo desde la comedia y el compromiso. Mientras, en los viejos medios a veces se confunde el cómo somos con el cómo éramos en 1998. Y, claro, así ya no somos. He aquí el quid de la cuestión.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento