Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Sacúdanse un poco la naftalina, por favor

Fachada de la sala Chocita del Loro.
Fachada de la sala Chocita del Loro.
'Ocio a los 40'
Fachada de la sala Chocita del Loro.

Suena tan de otros tiempos que, sinceramente, puede parecer hasta una parodia bien ensayada. Que el gerente de una de las salas más visitadas y punteras en el circuito de la comedia y los monólogos defienda que no contratan a más mujeres humoristas porque les falta no sé qué, es de traca. 

Y encima, que lo justifique en un savoir faire –en un "no vengan a decirnos a nosotros lo que funciona y lo que no"– es tremendo. Lo peor es que ellos hablan únicamente en términos económicos, esto es un negocio y tenemos que mirar por los resultados vienen a decir. Y con sus palabras, mucho me temo que se han cargado su imagen, su marca y también su preciado negocio.

Primero criticaron el humor que hacían las mujeres, como si en esto de hacer reír hubiese diferencias. Un chiste o monólogo contado por un hombre es más gracioso que uno contado por una mujer. Así de simple. Es un asunto de cuotas: "El humor de las mujeres es victimista", dijeron. Lo peor es que esto, que tiene su miga, lo decía una mujer, la directora de la sala donde más monólogos se programan en la capital, La chocita del loro

La polémica estaba servida. Y lejos de rectificar, corregir, matizar esas palabras tan, tan cuestionables, unos días después, con tiempo por tanto para haber reflexionado sobre su postura, el gerente insistió en la misma idea.

Decía que el humor de las mujeres cómicas de este país necesita madurar, un par de años calculaba y entonces sí, entonces estaríamos hablando de un nivel aceptable, aceptable ojo, para sus cánones, únicamente para los suyos. Porque en el resto del público, las mujeres cómicas tienen éxito, son aplaudidas y tienen miles de seguidores en sus actuaciones y en sus canales de redes. Pero la sala debe de estar bastante aislada de lo que pasa tras esas cuatro paredes de su choza y no debe de enterarse de lo que realmente le gusta al público.

Este debate es tan absurdo que, la verdad, aburre. Decía el gerente que ellos sabían muy bien lo que vende, "así de simple", remataba. "Sabemos perfectamente las veces que se va a reír el público antes de que empiece una actuación", ¿en serio? ¿De verdad creen que un género como el monólogo, tan íntimamente ligado a la espontaneidad, está milimétricamente tasado y medido

Casi al mismo tiempo que las redes ardían con esta polémica, el Festival de cine de San Sebastián anunciaba que suprime las categorías de mejor actriz o actor. Diferenciar entre géneros, dicen, es algo construido, no es real. Así que únicamente se entregará un galardón, al o la mejor intérprete. No es el primero que decide suprimir las categorías por sexos: la Berlinale también lo hizo. 

Es la cara de una cruz que sigue repitiéndose en todas las esferas, también en la del humor. Y que en pleno siglo XXI empieza a resultar demasiado carca. Sacúdanse un poco la naftalina, por favor. 

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