María Guijarro Diputada del PSOE en el Congreso
OPINIÓN

Ay, la política

El pleno del Congreso de los Diputados ha aprobado este jueves la ley de eutanasia con el rechazo del PP y Vox. En concreto, la votación se ha resuelto con 202 votos a favor, 141 en contra y 2 abstenciones.
Congreso de los Diputados.
El pleno del Congreso de los Diputados ha aprobado este jueves la ley de eutanasia con el rechazo del PP y Vox. En concreto, la votación se ha resuelto con 202 votos a favor, 141 en contra y 2 abstenciones.

Cuando alguien accede desde la política a las instituciones entra, en principio, con el propósito de "servicio público". Eso, en principio. Quisiera pensar que las personas que aspiramos a trabajar en la res publica, bajo unas ideas concretas de cómo se debería articular la sanidad, la economía o la fiscalidad, tenemos la intención de trabajar para que nuestras conciudadanas y conciudadanos tengan una vida mejor y sus territorios sean protagonistas de un desarrollo sostenible. Pero, visto lo visto, sospecho que en más ocasiones de las deseables no se cumple esta máxima. No es tan cierta esa intención de servir. Y desgraciadamente quienes se convierten en protagonistas y no siempre para bien, son esos y esas políticas arrogantes y gritones y no las personas a las que deberían servir.

En política hay de todo, como en botica, como en nuestra sociedad. Plural y diversa. Hay quienes se lo toman como una responsabilidad y un honor y cuando les toca salir a la arena tienen mariposas en el estómago, saben lo importante de su papel y de su ejemplo y ponen todo lo mejor de sí mismas. De esas las hay, muchas y muy buenas. Profesionales, comprometidas y preocupadas por lo que ocurre a su alrededor. Desprovistas de esa "superioridad moral" de la que habla Daniel Innerarity y concentradas en su tarea como políticas con modos de hacer coherentes y honestos. Respetuosos con las adversarias políticas y dialogantes. Sí, hay personas en política que escuchan activamente. Que son capaces de reconocer las virtudes del adversario político o, cuando menos, capaces de no descalificarlo en el primer minuto. Que hacen política de no enfrentamiento. Que entienden la política como un constructo colectivo y constructivo.

Pero también hay personas en política que convierten su trabajo en un gran plató de televisión y poco más. Ni leyes ni gestiones eficaces. Ni siquiera aportaciones interesantes. Utilizan sus posiciones de poder político para exhibiciones impúdicas de tronío y titulares provocativos. De egos infinitos. De frases ocurrentes y hasta de golpes acompasados en las tribunas con gritos y cánticos como si estuvieran con su cuadrilla en un txoko (véase el "que se besen" del otro día en el Pleno o peor aún el "vete al médico" cuando se hablaba de salud mental). Y la verdad, a veces, se pasa vergüenza ajena. Solo por el respeto que merece el oficio de la política deberíamos estar más a setas que a rólex, menos a los focos y más al tajo.

La ciudadanía debe exigirnos más. Y las personas que estamos en política pensar que esto es un trabajo y una manera de ser y estar. Por servicio y no por autoservicio.

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