Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Italia, como solía

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo en la rueda de prensa del 24 de octubre en Frankfurt (Alemania).
Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo.
EFE
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo en la rueda de prensa del 24 de octubre en Frankfurt (Alemania).

Las crisis políticas italianas son crónicas. El país goza de la más sorprendente inestabilidad democrática del mundo. Sus gobiernos duran una media de trece meses. Eso explica que estos días, sin que la pandemia haya sido un obstáculo, prepare el que será el 67.º Gobierno desde la Segunda Guerra Mundial. Por eso sus crisis, como la que se está viviendo estos días, ya no despiertan especial interés, ni siquiera en el interior de Italia.

La gente suele decir allí que lo mejor es no tener Gobierno. Una boutade, sin duda. Pero tiene su fundamento. Salvo la etapa de Silvio Berlusconi –que, dicho sea de paso, todavía queda y se mueve–, la precariedad de los gabinetes responde a la proliferación y volatilidad de los partidos políticos y sus líderes. Las coaliciones con que se cierran las crisis a veces resultan esperpénticas. La política en Italia es como una partida de mus con muchos órdagos.

Hasta hace apenas dos años gobernó una coalición esperpéntica entre la extrema izquierda radical y la ultraextrema derecha. Mientras en aquel Gabinete unos defendían las medidas sociales más dispares, el ministro del Interior, Salvini, pasará a la historia como el gran enemigo con que se encontraron los emigrantes africanos que se acercaban a sus costas. Su xenofobia le convirtió en un personaje cruel y repelente.

Últimamente no parecía que las cosas fuesen mal con el Gobierno que encabezaba Giuseppe Conte, un independiente serio y poco dado a los juegos y encajes malabares de sus colegas en la disputa por el poder, pero cuando casi nadie lo esperaba se metió por el medio Matteo Renzi, otro habitual en las refriegas políticas nacionales, y el gabinete que estaba encarrilando la economía y afrontando la pandemia se desintegró.

"El nombre de Draghi impone respeto y goza de prestigio internacional"

Después de largas y soporíferas consultas y negociaciones frustradas, el presidente de la República, Sergio Mattarella, cuya principal ocupación debe de limitarse a desfacer entuertos de la misma naturaleza, al final ha optado por lo obvio, por lo que se venía esperando desde hace tiempo: invitar a Mario Draghi, quien acreditó su solvencia en la presidencia del Banco Central Europeo, a formar un Gobierno técnico.

El nombre de Draghi impone respeto y goza de prestigio internacional. La duda es si conseguirá su objetivo, por cuánto tiempo y si los políticos de guardia permanente le dejarán gobernar. No será fácil. Menos mal que en Italia funciona bien la Administración Pública, cuyos responsables, funcionarios responsables, facilitan que los vacíos de poder sean con frecuencia las etapas más prósperas y tranquilas.

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