Desde que vi a Chenoa en Operación Triunfo me hice fan del formato. Conocer a artistazos gracias la tele es una ventaja: si no hubiese sido por OT en nuestro país nos hubiésemos perdido a Manu Carrasco, Amaia, Pablo López, Nena Daconte, Lola Indigo, Bisbal, Aitana, Soraya, Edurne... Además, gracias a verles casi a diario hemos podido empatizar mucho más con ellos y los sentimos como nuestros, pero esto es un arma de doble filo.

Las últimas generaciones de 'triunfitos' no tienen fans, tienen 'talifans' que son capaces de todo por aupar a sus artistas favoritos hasta el estrellato más efímero.

La reciente edición de OT está a punto de terminar y, aunque Nia es sin ninguna duda mi concursante favorita, reconozco que todos los artistas que están en la Academia son unos cantantes fantásticos. Desde que el pasado miércoles conocimos los nombres de los tres primeros finalistas no he dejado de leer en las redes sociales mensajes de disconformidad con lo que se había decido. Y los mensajes son tremendos.

Vivimos en un momento de polarizaciones extremas donde las filias y las fobias son más notables que nunca. Estamos en una situación en la que el poder de las redes sociales puede convertir a alguien en estrella o villano en cuestión de segundos. Nos encontramos en un punto en el que un artista puede ganar OT simplemente por tener los seguidores más activos y no por su talento y esto me da pena y rabia.

La audiencia y sus votos son soberanos pero creo que los fanatismos y las carpetas en los talent show se nos están yendo de las manos. ¿Para qué votáis a un cantante en masa si luego no compráis sus canciones? ¿Por qué los singles de los 'triunfitos' no entran ni siquiera en el Top 100 de los temas más vendidos? ¿Será que os interesan más los momentos de reality que el talento? ¿Es OT el GH de las nuevas generaciones?