Los madrileños y los visitantes están sufriendo estos días los inconvenientes que genera un gran acontecimiento, agravados por la lluvia y el frío, pero el sacrificio merece la pena. Más de 25.000 personas de todos los países del mundo, incluidos decenas de jefes de Estado, primeros ministros y expertos de relieve internacional, están reunidos para debatir y buscar soluciones a la mayor amenaza que se cierne sobre la humanidad: el cambio climático, la catástrofe anunciada que nosotros mismos, en esa carrera imparable por el progreso, hemos propiciado y estamos estimulando.

Que miles de personalidades hayan respondido a la llamada para frenar el deterioro de la naturaleza y proteger el entorno de nuestro futuro es muy importante. Entre los reunidos hay dirigentes políticos enfrentados incluso en conflictos armados, lo cual demuestra que la inquietud por el cambio climático empieza a estar por encima de cualquier otro problema. Sólo excepciones como la del presidente de los Estados Unidos, el político más irresponsable de nuestro tiempo, demuestran que la sociedad mundial es consciente de que estamos al borde de una situación extrema.

Lo más importante sin duda de la Cumbre del Clima (COP25) serán los acuerdos que se tomen, el compromiso por cumplirlos y su contribución a que los negacionistas se vayan mentalizando del riesgo que corren. En el ámbito doméstico también la celebración de la Cumbre en Madrid justifica las incomodidades y costes que supondrá. Será sin duda un buen negocio para la hostelería, pero sobre todo lo es para la imagen internacional de España. Estos días se está gestando una referencia frecuente a los acuerdos de Madrid, donde todos los pueblos, sin distinción de etnias, culturas o religiones coinciden en el objetivo de hacer frente a un enemigo común.