Carmen Remírez de Ganuza Periodista y escritora
OPINIÓN

Fin de régimen

Sánchez ofrecerá responsabilidad para un Gobierno progresista
Sánchez ofrecerá responsabilidad para un Gobierno progresista
Europa Press
Sánchez ofrecerá responsabilidad para un Gobierno progresista

La dimisión de Rivera constituyó ayer el único elemento esperanzador –y no pequeño– del crítico momento en que vive la democracia española. La asunción de responsabilidades, la retirada con dignidad de un político errado –muy errado, hasta el punto de descapitalizar y hundir a la tercera fuerza parlamentaria en unos pocos meses– es el único brote verde de una crisis de partidos tan profunda que, lejos de resolverse el 10-N, amenaza con arrastrar… a un fin de régimen.

El desplome del centro, la eclosión de la derecha radical y el reforzamiento del independentismo no han sido siquiera la peor noticia de estas segundas elecciones generales en un año. El drama que pone en peligro la estabilidad del sistema es la falta de patriotismo constitucional de las dos grandes formaciones, PSOE y PP. Ellos fueron los responsables de la corrupción que acabó con el bipartidismo, y ellos son ahora los culpables de no asumir la suma de sus respectivas mayorías como la obligación moral de un pacto similar al que alumbró la Transición.

Vox –contrario a las autonomías–, ERC y JxCat –independentistas–, CUP y BNG –los nuevos rupturistas–, Bildu –ahora con grupo propio– y hasta Unidas Podemos –partidario, con los anteriores, del derecho a decidir– llegan al Congreso con enmiendas nucleares y contrarias entre sí a la Constitución de 1978. Y la notable atomización de los escaños no hace sino magnificar el enconamiento de los dos únicos partidos de Gobierno. Juntos podrían, bien gobernar, bien acometer una reforma electoral –hoy impensable– que templara la desproporción que prima a los partidos nacionalistas sobre los nacionales. De hecho, PP y PSOE sobreviven mejor en el Senado –la cámara territorial–, donde paradójicamente rige otro sistema electoral.

Pedir transversalidad entre las dos hinchadas de las últimas décadas, entre las dos viejas Españas en realidad, podía resultar ingenuo en 2016. Pero pasados tres años de intenso bucle institucional, de pinchazo de los nuevos partidos, de auténtica ingobernabilidad y de brecha entre la sociedad y la política, los líderes socialista y conservador deberían mirarse en el espejo de la Historia. La restauración, la república… fracasaron por la falta de responsabilidad de su clase política.

Pero Sánchez –el verdadero responsable de este lío– anda buscando, ahora sí, sumar un Frankenstein sobre las ruinas de Ciudadanos. Y Casado silba al aire, atento al galope de Vox. Ninguno de los dos quiere arriesgarse a que los más cafeteros de la izquierda y la derecha les coman la merienda.

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