Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

No mires arriba, no mires a los gurús

Peter Isherwell fascina al mundo
Peter Isherwell fascina al mundo.
Netflix
Peter Isherwell fascina al mundo

He visto, perdonadme, la película de la que todo el mundo habla. No sé si me ha gustado mucho. Me ha entretenido. No sé casi nada de cine. Solo quiero fijarme en Peter Isherwell el personaje del director general de la empresa BASH que interpreta Mark Rylance en la película No mires arriba. Isherwell es una especie de gurú empresarial en el que se mezclan claramente los perfiles de, al menos, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Bill Gates, Jeff Bezos y Elon Musk.

La película muestra un personaje con un poder enorme que, en un momento de crisis extrema, tiene más autoridad y capacidad de decisión que los líderes políticos. La crítica resulta evidente y parece muy acertada. Hemos encumbrado y colocado como modelo de éxito a una serie de personajes muy peculiares, con un éxito empresarial evidente, pero que no tienen por qué ser ejemplo de conducta en todas las facetas de su vida.

La fascinación que producen estas empresas tecnológicas empieza a ser ridícula. Trabajar para ellas se ha convertido en un sinónimo de éxito. Pero eso depende de muchos factores y sobre todo de la idea de éxito que tenga cada uno. Trabajar doce horas al día, poder tirarse por un tobogán, tener sillas de colores, vivir a tres mil kilómetros de tu familia, no ver a tus hijos y disponer de una nómina espectacular, ¿puede considerarse un triunfo? Quizá sea más exitoso en términos vitales ser profesor en un pueblo, regentar una panadería, ser conductor de autobús o tener un bar.

"Hay que tener más cuidado a la hora de elegir a quién nos queremos parecer o a quién queremos que se parezcan nuestros hijos"

Las biografías en libro y cine sobre algunos de estos gurús muestran siempre en el personaje un tesón y una fuerza impresionantes para lograr los objetivos que se proponen. Eso está bien. Tampoco se ocultan sus defectos, que pasan disimuladamente como daños colaterales. El griterío, la humillación, la crítica, la competitividad exacerbada, la envidia, la mentira y la media verdad para tantear al otro, la traición, el materialismo, el ego como principio rector y la soberbia en sus cientos de manifestaciones son constantes en las vidas de estas personas. Si me preguntan, no deseo un modelo de este tipo para mí ni para nadie querido, aunque la cuenta de resultados reviente.

Hay otra nota común en estas vidas: una soledad latente, sacrificios familiares severos y un descubrimiento del Mediterráneo según avanza la vida que desemboca en la monserga de siempre: aprovecha el tiempo, cuida a tu familia y vive con los que amas. Sin embargo, ya no resulta creíble cuando el ejemplo de toda una vida ha sido otro: estar muy ocupado en hacer “cosas grandes” que, con el paso del tiempo, resulta que no lo eran tanto.

La película de la que todo el mundo habla acierta en una idea clara: estos falsos mesías nos van a llevar al huerto. Hay que tener más cuidado a la hora de elegir a quién nos queremos parecer o a quién queremos que se parezcan nuestros hijos. Tener no es ser. Tener no es estar. Feliz Año Nuevo.

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