OPINIÓN

Natura

Exposición de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez
Exposición de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez
Adolfo Ortega
Exposición de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez

No hay lector, no hay espectador de televisión o cine que durante los últimos años haya quedado al margen de las distopías, esa profecía de qué ocurrirá en un futuro posible, aterrador o hueco: una ficción fantástica en la que se retuerce la imaginación y se llevan las visiones de sus creadores al límite. Apoyadas a veces en los presagios de la ciencia, que auguran una nueva “extinción masiva”, la sexta, en la que la Tierra perdería al menos tres cuartos de sus especies, las ficciones más concretas se entremezclan con las noticias, y no queda del todo claro si insensibilizan a quien las ve o si despiertan una alerta y una empatía quizás ya inútil.

El arte, en cambio, se ha mantenido a cierta distancia de la distopía, quizás porque genera la suya propia. En 2018, la exposición "Después del fin del mundo", que se pudo ver en el CCCB, reflexionaba sobre las emisiones, el aumento del nivel del mar, el consumismo o la pérdida de la biodiversidad. No era casualidad que su comisario, José Luis de Vicente, sea también escritor, y se apoyara en textos de ciencia ficción.

Por eso resulta particularmente interesante el que “Extinción/Ideal”, el proyecto de José Luis Viñas que ha obtenido la beca de la Fundación Castilla y León, gire en torno a preceptos paleontológicos: este artista, ubicado en Palencia, ha atrapado bajo campanas de cristal y terrarios las imágenes y las reproducciones en cerámica policromada de mariposas, polillas, ranas o sapos: la sexta extinción ante nuestros ojos, con esas formas de vida irrecuperables, esa riqueza que se fumiga o se desecha sin dedicarle un segundo pensamiento.

"Hay quien dice que no entiende el arte contemporáneo: pero tampoco el mundo presente resulta sencillo de comprender"

Y esa mirada, la plasmación de ideas que parecen exageradas o ridículas, pero que se formulan en su crudeza a través del arte, continúa en el Reina Sofía, en concreto en el Palacio de Velázquez, con la exposición de Vivian Suter, una artista argentino-suiza reconocida y de un enorme calado. Cuando decidió instalar su estudio en Panajachel, Guatemala, en plena selva tropical, se entregó a la naturaleza con una aceptación profunda de sus cambios y de su poder. Suter eliminó los marcos, dialogó con el color, y experimentó dos tormentas tropicales en el plazo de 5 años que destrozaron parte de sus lienzos.

Lejos de aceptar esa destrucción, Suter asumió la acción de la naturaleza como una coautoría: como si los lienzos fueran piedras sobre los que la erosión o los elementos pudieran incidir, como si el azar de la selva tuviera un sentido artístico.

Hay quien dice que no entiende el arte contemporáneo: pero tampoco el mundo presente resulta sencillo de comprender. Esa intuición convertida en forma, en colores, no siempre agradable, nunca ha resultado más necesaria. Quizás, como casi toda manera de arte, también sea inútil para gran parte de la sociedad: quizás ahora que la ciencia recibe un cuestionamiento constante pueda aprender del lenguaje del arte.

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