OPINIÓN

Memoria de un sentimiento

Jugadores del Atlético de Madrid celebran en Valladolid.
Jugadores del Atlético de Madrid celebran en Valladolid.
EFE
Jugadores del Atlético de Madrid celebran en Valladolid.

En el minuto 82 del complicado y decisivo partido del Atlético contra la Real Sociedad, el balón entró, tras sortear a toda la defensa, en la portería de Oblak para convertir un amenazante 2-1. Decidí vivir esa agonía en un silencio de televisión, radio, pensando tanto en mi salud cardiovascular como en una forma atlética de entender el tradicional fatalismo español.

La memoria de este sentimiento que es el Atleti habla tanto de noches y tardes triunfales como la de hoy, como de pulsaciones aceleradas, lágrimas infantiles, vicegoles y desdichadas carambolas. La soledad de un joven abogado del Estado con camiseta del Atleti las carreteras de Madrid la noche de Lisboa, en la que apuré el descanso fumando un pitillo solitario delante de un pantano de la sierra, el gesto de mi madre tras el minuto 93 de aquella final, compendio de lo que es "subir y bajar de la nube", como escribió Joaquín Sabina.

Pero hoy venimos a celebrar ese sentimiento, sin gentío y algarabía en Neptuno por los condicionantes de la lucha contra la pandemia, pero con el corazón abigarrado de coraje y felicidad. Tras un año de lucha, en el que los rojiblancos nos frotábamos los ojos al ver una ventaja clara en la tabla clasificatoria. Tanta incredulidad porque la forma de ser del Atleti pasa por los triunfos agonísticos, el sufrimiento, la épica del último minuto.

Me van a perdonar que venga a escribir a estas páginas con el sentimiento a flor de piel. Flaqueza compleja teniendo en cuenta mi condición de alcalde para todos los madrileños, que seguro que sabrán entender esta debilidad que tiene que ver con el sentimiento arraigado desde la cuna por mi misma madre.

Madrid tiene campeón de Liga, en dura competencia con el otro Madrid que arraiga en el alma de buena parte de la ciudad. Esa que se mostró ejemplar en la victoria de la temporada pasada, cuando este alcalde —de tripas corazón— se desplazó a Valdebebas a homenajear a un justo campeón.

Esa misma ejemplaridad pido hoy al otro alma de la ciudad, contención en la celebración ante una pandemia que aún nos condiciona y ante la que no debemos bajar la guardia, por mucha felicidad que se nos acumule en las mentes y los corazones.

Me van a permitir que haga memoria y celebración hoy de ese sentimiento. Memoria de un sentimiento de coraje en las duras y deportividad en las maduras. Memoria y celebración de tantos, de los que están y de los que no están. Memoria, entre otros legítimamente felices, de mi madre desde el cielo, que me infundió este sentimiento que hoy es de felicidad y a la que siempre deberé la máxima de que "nunca dejes de creer".

Creer para ver. Para ver días como el de hoy.

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