Joan Ferran Historiador y articulista
OPINIÓN

Maratón

Una mujer participa en una donación de sangre.
Una mujer participa en una donación de sangre.
ACN
Una mujer participa en una donación de sangre.

Hay discrepancias para todos los gustos. Dicen que por allá el año 490 a C. el soldado griego Filípides, tras ser derrotados los persas en la batalla de Maratón, corrió sin descanso hasta Atenas para anunciar a los arcontes la derrota del rey Dario I. Heródoto sostiene, en cambio, que la proeza del soldado ateniense fue recorrer el camino que le llevó hasta Esparta para solicitar la ayuda al ejército espartano. 

Sea como fuere lo cierto es que, hoy en día, la palabra maratón sugiere una competición o espectáculo de resistencia y esfuerzo sostenido para conseguir una meta o un objetivo. En los primeros Juegos Olímpicos celebrados en 1896, se introdujo una prueba de atletismo bautizada con el nombre del hecho histórico. 

Luego, con el paso del tiempo, han proliferado las maratones de todo tipo. Se corren en Nueva York, Barcelona, Londres y hasta en Almagro. Las hay de baile, de poesía, de música en vivo e incluso gastronómicas. Cuando llegan las fiestas navideñas nos tropezamos con maratones benéficas en formato televisivo. En muchas de ellas nos desprendemos de algo material (dinero) o realizamos un esfuerzo físico o mental para conseguir un objetivo. 

Les propongo, también en modo maratón, un salto cualitativo. Participen en la maratón de donantes de sangre -quieren llegar a los 10.000- que ha organizado el Banc de Sang i Teixits. Hace falta sangre en los hospitales, las reservas bajan. Nada más útil y altruista que dar algo tan vivo y personal como la sangre para salvar vidas.

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