OPINIÓN

Malas influencias

Miquel Montoro da una lección sobre el bullying que recibió en el colegio
Miquel Montoro da una lección sobre el bullying que recibió en el colegio
Miquel Montoro da una lección sobre el bullying que recibió en el colegio

Son cosas de críos, siempre ha ocurrido, antes no montábamos tanto escándalo, los tenemos sobreprotegidos, cada uno debe asumir como es…

Qué lástima que uno de los precios que pagamos por acceder a la madurez sea el olvido de qué se sentía cuando éramos niños, aquellas contradicciones y dolores adolescentes. Interpretamos nuestro pasado a conveniencia, dulcificamos escenas en las que nuestra participación no nos enorgullece, o se cubre, con una tupida capa de silencio, aquello que nos hizo llorar a escondidas, o que nos impidió mirarnos al espejo durante semanas.

Qué lástima que necesitemos que los niños nos recuerden qué significa ser insultado, que las palabras que nos hartamos de escuchar en nuestra infancia (gordo, cuatrojos, foca, empollona, pelota, maricón, anoréxica, puta) suenen aún en los patios, en las aulas, en la ruta del cole, en la salida del insti. A veces enmascaradas de bromas (no tiene sentido del humor), de hábitos (yo hablo así a todos mis amigos), o chulería (yo soy así). Qué lástima que ni aún así recordemos con precisión qué significaba tener diez, trece, dieciséis años y que tu mundo fuera un entorno reducido, en qué sutiles escalas de prestigio y de vergüenza nos movíamos, cómo la vida nos fue proporcionando una capa córnea de protección o un complejo eterno. De ahí surgieron las ganas de lucha, las reivindicaciones y la visibilidad: y también el miedo al otro, el afán por pasar inadvertidos, el aislamiento, un buen número de suicidios o de automutilaciones.

Nuestro buenismo saca todo de quicio, no saben lo que es la vida real...

No, ni tienen por qué saberlo aún: son niños, se encuentran bajo nuestra tutela: el deber de profesores, padres, educadores, de quienes compartimos sociedad, puerta y mantel consiste precisamente en que entiendan poco a poco qué significa esa vida real, sin bofetones o insultos, si puede ser. Sin premios a quienes, simbólica o físicamente los arrean. Con visibilidad a quienes poseen una cierta influencia para contrarrestar ese odio, o lo denuncian.

El último niño que ha hablado del bullying es el youtuber Miquel Montoro, que saltó a la popularidad, como tantos, por una única frase: Hostia, pilotes. Me encanten. Con una personalidad marcadísima, y una lucidez a toda prueba, este adolescente ha declarado en una campaña contra el acoso escolar que lo sufrió durante cuatro años. Es el enésimo: un valiente frente a cobardes. Nada nuevo, el foco sobre la víctima. El agresor, lejos, de risas.

¿Quién enseña al acosador en qué debe fijarse para la burla? ¿De quién lo aprende, quién lo refuerza? ¿Quién, más allá de ese enemigo invisible que son las redes, la sociedad, marca las palabras que hieren más, los rasgos con los que deben ensañarse, la necesidad de ajustarse a un estereotipo?

No es para tanto, que se defiendan, yo no querría criar a un debilucho, o comes o te comen.

No, no son las malas compañías. Quienes dicen eso desengáñense, no son los niños el origen del problema. Miren más cerca. A ver si lo encuentran.

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