Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Los que mandan

El presidente de EE UU y candidato republicano a la reelección, Donald Trump, durante un mitin electoral en Rome, Georgia.
Donald Trump, durante un mitin electoral en Rome, Georgia.
BRANDEN CAMP / EFE
El presidente de EE UU y candidato republicano a la reelección, Donald Trump, durante un mitin electoral en Rome, Georgia.

En la CNN, un vistoso muchacho vestido de presentador de la CNN hace magia frente a un panel luminoso en el que hay un mapa. A un gesto de sus manos, unas zonas se agrandan y otras se achican, o cambian de color: pasan de azul a rojo, de rojo a azul. El joven habla muy deprisa, en inglés, y de vez en cuando suelta nombres que contienen, al menos para mí, vagas referencias literarias o cinematográficas. Savannah, Atlanta. Eso salía en Lo que el viento se llevó. Columbus, Albany, Dalton. Eso suena mucho a algunas viejas novelas de Mark Twain que leímos de críos en aquellas ediciones de Bruguera. Augusta. Ahí juegan al golf. Que sepamos.

Medio mundo está pendiente de ese chico y de los pases mágicos que hace con los dedos. Trata de explicarnos algo aún más difícil de entender que el misterio de la Santísima Trinidad: que todo lo que nos rodea depende de lo que hayan votado o dejado de votar unas personas a las que no conocemos de nada ni veremos nunca, y que viven en pueblos remotos con nombres, ya digo, exóticos: Valdosta, Carrollton, LaGrange, Milledgeville.

Todo lo que nos rodea depende de lo que hayan votado o dejado de votar unas personas a las que no conocemos

Hay un sitio que se llama Rome, pero no es la del Coliseo ni la del Papa. Son los condados del estado de Georgia, de cuyos habitantes parecen depender ahora mismo el bien y el mal, el orden de las estaciones, la órbita de los planetas y todo lo que existe, divino o humano, salvo la ley de la gravitación universal, que esa funciona sola. Vamos, creo yo.

También nuestro trabajo, también nuestro futuro, lo que pasa en nuestras calles, parece oscilar ahora mismo, en equilibrio inestable, sobre la voluntad de los pobladores de Valdosta y Carrollton. Deberían decirnos quiénes son, caramba. Para felicitarles las Pascuas. O no.

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