Sí, ya sé que Pedro Sánchez es de los que siempre ven la botella medio llena. Otros, casi por definición, la acostumbran a ver medio vacía. Qué le vamos a hacer. Desgraciadamente, en la política española y catalana, aquello de la dialéctica hegeliana de tesis y antítesis no suele culminar con una buena síntesis cercana a la verdad.
El presidente del Gobierno, con su proverbial optimismo, ha salido a la palestra a notificarnos que está al caer una lluvia de vacunas; también que el estado de alarma puede difuminarse antes de que el mes de mayo nos sugiera que abandonemos el sayo. Esperemos que así sea, para relajo y tranquilidad de los sufridos ciudadanos que añoran la normalidad.
Pues bien, dejemos que los gobernantes hagan sus deberes y apliquémonos a los nuestros. Si lo que las autoridades anuncian se confirma, le toca al ciudadano de a pie un último y definitivo esfuerzo. Se trata tan sólo de cumplir, e incluso extremar, todas las medidas preventivas que los profesionales sanitarios nos piden para luchar contra la pandemia. Es decir: no más discotecas clandestinas, aglomeraciones, botellones camuflados ni noches locas. ¡Ah! Y sin olvidar el uso de las mascarillas o el fregoteo de manos con hidrogel.
Si no actuamos así, de esta pesadilla no nos librará ni un diluvio de vacunas (chinas y rusas incluidas). Tenía razón Pedro Laín Entralgo cuando afirmaba: "Vive y actúa como si de tu esfuerzo dependiese que se realice lo que tú esperas o desearías poder esperar".
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