El miedo es libre. Y también es muy contagioso. Más aún ahora que casi todos tenemos en nuestros bolsillos un teléfono inteligente que nos notifica al instante cualquier sobresalto. Estamos sobreinformados y no sé si, además, sobreasustados. 

La ansiedad nos asalta cada vez que nos asomamos por las redes sociales o abrimos la web de cualquier medio. La epidemia del coronavirus ya es casi a todos los efectos una pandemia. Y la epidemia de miedo y preocupación, también. 

Con razón. Ya no son imágenes impactantes de megaurbes vacías al otro lado del mundo. Ahora son ciudades de aquí en las que se extreman las medidas de aislamiento para intentar contener la propagación del virus. Los sanitarios con uniformes blancos de protección también hablan español.

No sabemos con certeza cómo será la evolución de la pandemia, y esa incertidumbre nos angustia aún más, pero lo que sí sabemos es que no podemos hacer caso de cualquiera que publique una información, una noticia o una predicción sobre el virus en una red social o en un mensaje de whatsapp. 

En casos como este, es mejor quedarse con las fuentes oficiales en la confianza de que las autoridades sanitarias están haciendo todo lo necesario para contener la propagación. 

Mejor un Fernando Simón que es capaz de generar confianza por su solvencia y tranquilidad que miles de epidemiólogos sin carné que nos anuncian el fin del mundo para pasado mañana con sus cálculos de andar por casa. 

En casos así, quiero sentir que estamos en manos de los mejores profesionales. Como Fernando Simón. Lo del coronavirus es muy serio. No lo agravemos más escuchando a quien no debemos.