OPINIÓN

¿Para qué demonios abandonaría Ciudadanos el centro político?

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, tras su comparecencia este lunes en la sede del partido, en Madrid, en la que ha anunciado su dimisión como líder de la formación naranja tras los resultados de las elecciones de este domingo.
Albert Rivera, tras anunciar su dimisión tras los resultados de las elecciones.
EFE/R. Jiménez
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, tras su comparecencia este lunes en la sede del partido, en Madrid, en la que ha anunciado su dimisión como líder de la formación naranja tras los resultados de las elecciones de este domingo.

Un par de ideas y una pregunta por responder: 1. España necesita un partido de centro liberal y 2. Ciudadanos lo es. ¿Qué ha fallado entonces para que a Cs se le haya puesto la cara del último CDS de Adolfo Suárez y para que Albert Rivera se haya estrenado en la década de los cuarenta actualizando el currículum de su LinkedIn?

España quizás necesite ese partido de centro sobre el que pivote la gobernabilidad del país, capaz de pactar a derecha y a izquierda garantizando que los ejecutivos nacionales, regionales y locales transiten por una senda constitucional más o menos liberal y reformista, pero lo que es seguro es que la mayoría de los españoles ha decidido que ese partido centrado y sensato ya no es Cs.

Las causas son complejas y matizables, pero sobresale una entre todas ellas: quien abandonó primero el centro liberal no fueron los votantes de Ciudadanos sino el hasta ahora presidente de Cs y gran parte de su ejecutiva nacional. 

No fueron sus votantes quienes decidieron apoyarse en Vox para entrar en los gobiernos de Andalucía o de Madrid ni los que le reclamaron a su líder que mantuviera el cordón sanitario al PSOE pese a que entre ambos sumaban en abril 180 diputados en la carrera de San Jerónimo.

Fue Rivera quien se empecinó en una derechización exprés que alejó a Cs de ese centro liberal, provocando el desconcierto de sus votantes más centrados y la huida de los más derechizados al PP y a Vox, abriendo el debate sobre la inutilidad de darle el voto a un partido que había mudado su piel hasta ser irreconocible para los suyos.

Y ha sido Rivera, a quien le honra el modo en el que se ha despedido de la política, el que ha pagado un precio brutal por ello.

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