Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Trogloditas al volante

Conductor multado
Conductor multado
EUROPA PRESS
Conductor multado

Supongo que cuando eres madre te acostumbras a vivir eternamente preocupada por todo. Cuando son pequeños por si cogen un resfriado, tienen una mala caída, se atragantan con los primeros sólidos. Luego por cómo se relacionan en el colegio, por cómo aprenden a superar una decepción. Más mayores, la preocupación es más académica, que aprendan a estudiar solos, a gestionar sus deberes. Y cuando ya han terminado la etapa escolar te crees, ingenua de ti, que bueno, que a partir de ahí ya pueden volar solos y tú puedes empezar a relajarte. Pues no. Siempre habrá algo que te quite el sueño. 

Y en los últimos días para mí es el recién estrenado carné de conducir de mi hija. Sí. Ya es conductora, ya va por ahí con su L, y ya he dejado de ser mamá taxista, al menos de ella. Pero no acabo de relajarme hasta que me manda un mensaje y me dice que ya ha llegado a su destino. Que todo ha ido bien. Durante el verano hemos hablado mucho de lo que supone conducir, de la responsabilidad que es llevar un vehículo, de respetar a los peatones y motos, de cómo incorporarte a una carretera con mucho tráfico, de saber prever los movimientos del coche de delante, de no pisar el acelerador, de ir con los mil sentidos en alerta. Pero se me olvidó alertarle de un pequeño detalle que pasé por alto: de los trogloditas que a veces te encuentras al volante.

No son casos aislados: el 17% de las mujeres de entre 18 y 24 años admite haber sido acosada cuando conducía

No llevaba ni dos semanas conduciendo, cogiendo mi coche a días, cuando nos llamó llorando a última hora de la tarde: "¿Podéis acercaros a la gasolinera?". Mi marido salió volado, pensando que le había pasado algo. Se la encontró hecha un mar de lágrimas: le contó que cuando entró en el parking no vio un ceda el paso entre calles, y siguió. Un tipo, que debía de haber tenido muy mal día o que simplemente carece de empatía le pitó. 

No iba ni a 20 por hora, es imposible en esa zona ir a más, así que pudo frenar, pedir perdón y seguir. Pero al tipo no le debió de parecer suficiente, la siguió hasta la gasolinera (hay un buen trozo) y allí se bajó del coche y le aporreó literalmente la ventanilla. A grito pelado le dijo que la próxima vez mirara bien. Para ese momento, él ya debía de haber visto que llevaba la L, que era una chica joven (una niña en el fondo) y que, además de haberle pedido perdón, llevaba un buen susto en el cuerpo. Cuando he contado esto en mi entorno, entre mis amigas, varias me han relatado la misma experiencia, con un troglodita parecido, que también las persiguieron durante un buen rato para dejarles claro que eran unas inútiles al volante. No son casos aislados: el 17% de las mujeres de entre 18 y 24 años admite haber sido acosada cuando iba conduciendo.

Al tipo que terminó su día así, aporreando la ventanilla del coche de una chica, le mando este mensaje: ¡Háztelo mirar! En este país todo lo llevamos a lo personal y no es más que un reflejo de nuestras inseguridades. Un poco más de empatía, por favor.

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