Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'Érase una vez... Pero ya no', el último despropósito de Netflix (que criticas aunque no lo dejas de ver)

Érase una vez... pero ya no
Érase una vez... pero ya no
Netflix
Érase una vez... pero ya no

Es tan mala, que puede ser adictiva. Los usuarios de las redes sociales despotrican sobre Érase una vez... Pero ya no. La nueva serie de Manolo Caro (Alguien tiene que morir, La casa de las flores) para Netflix. Una comedia musical que busca reinventar los cuentos de hadas clásicos. O los destruye. Que también puede ser una forma de reinvención.

La producción de Netflix, a medio camino entre fantasía y sexo, ha despertado la jocosidad de Twitter. Regulonas interpretaciones, Sebastián Yatra sin camiseta, chistes malos, Sebastián Yatra sin camiseta, giros de guion esperpénticos, Sebastián Yatra sin camiseta... Y, al final, de tal desaguisado, funciona. Porque no deja de ser un sainete que se lanza a corromper el imaginario colectivo de príncipes y princesas. Y eso o se hace sin medias tintas o no se logra.

Érase una vez... Pero ya no sólo se lo puede permitir o José Luis Moreno o Netflix. El primero ahora está fuera de juego, pero ya triunfó con comedias de este erótico-festivo género en su irrepetible Noche de fiesta. Sus decorados eran peores, no contaba con efectos especiales digitales, aunque la esencia de su éxito era la misma: carne, chistacos, matrimoniadas y canciones. 

Ahora coge el testigo Netflix con su disfraz de modernidad. Y cuela. La audiencia lo despotrica, pero lo consume. Es más, lo consume compulsivamente. Porque la plataforma bajo demanda ha logrado que cada viernes haya una cita en el recuerdo colectivo. Así Netflix ha ido cimentando un público fiel gracias a su arte en el márketing y su organización a la hora de colgar sus producciones originales. Un público que no falla y da clic a cada propuesta de la compañía. Sea lo que sea. Sea como sea. 

¿Qué tocaba este último viernes? Asistir a Érase una vez... Pero ya no. El título no engaña. Quizá, en realidad, venga a significar: "Vamos a verlo, pero a ver quién aguanta hasta el final". Y mientras nos ofendemos por la excentricidad de la historia, se habla de Netflix. Mucho. Todo el rato. Tanto que da la sensación de que estás en Netflix o no existas. Tampoco el propio espectador, que o está suscrito o no puede tuitear lo que su entorno tuitea. Un círculo del que ya es difícil escapar.

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