Por segundo año consecutivo, acaba de comenzar una Semana Santa sin procesiones ni escapadas turísticas.
Algo impensable hace un año, cuando quisimos creer que la pesadilla tenía próxima fecha de caducidad, que algo insólito no se volvería a repetir. Pero los contagios y los ingresos vuelven a subir. Las muertes golpean. La actividad sigue al ralentí.
A la espera de que llegue la lluvia de vacunas anunciada, es básico extremar la responsabilidad personal.
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