Borja Terán Periodista
OPINIÓN

'El Hormiguero' y cuando no se puede disimular un síndrome de inferioridad

Pablo Motos celebrando 'El Hormiguero'
Pablo Motos celebrando 'El Hormiguero'
Atresmedia
Pablo Motos celebrando 'El Hormiguero'

"Entonces, ¿el prestigio te lo ganas o te lo dan los demás?", con este interrogante de Pablo Motos comienza la efectista promoción de los 16 años de "prestigio" de El Hormiguero. Y para contrastar tal prestigio empiezan a salir en tal spot, con la dosis necesaria de épica, una ristra de personalidades exclamando bondades del programa. Pero todas están vinculadas con el pedigrí de éxito internacional: Tom Cruise, David Guetta, Penélope Cruz, Liam Neeson, Breadley Cooper, David Hasselhoff... y, por supuesto, Will Smith.

¿David Hasselhoff es un referente con mayor autoridad que Ana Belén o Concha Velasco? No, pero es norteamericano y, como consecuencia, viste más en el síndrome de inferioridad que sufrimos en España en relación con el imaginario creado por Hollywood. La propia sintonía de El Hormiguero lleva años recalcando las grandes estrellas del cine yanqui que pisan el plató y ninguneando a los cercanos que dan sentido al programa en el día a día. Porque el triunfo social de El Hormiguero va más pegado a la lúcida cotidianidad de nuestro país que a la entrevista de promoción con traducción simultánea. Pero El Hormiguero se queda deslumbrado por lo hollywoodense. Y no puede disimularlo.

Al final, Pablo Motos ha destacado tanto en los medios de comunicación, radio y televisión porque podría ser un personaje berlanguiano de primer nivel. Su creatividad, su aspiración, su competitividad e incluso sus arrebatos ideológicos que no puede disimular en antena: Pablo Motos es Berlanga puro. De ahí que también caiga en el Bienvenido, Mister Marshall de dar más autoridad a David Hasselhoff porque es del otro lado del charco en vez de a cualquier español de relevancia pública que también ha asistido a su show. Y que probablemente sea más conocido por la audiencia de Antena 3 que Kevin Hart. Ya se sabe, in english suena mejor.

Sin embargo, todavía necesitamos que nos vengan a decir de un mitificado primer mundo que somos los mejores. Nos reconforta, nos hace sentirnos bien. No es malo, a cualquiera alguna vez le ha gustado gustar al que parece más complicado de conquistar. Pero la promo de El Hormiguero también esconde una autoestima floja. No nos valoramos lo suficiente y el éxito de base de El Hormiguero justamente está en que es un late night que no ha imitado a los late night norteamericanos. De hecho, ni siquiera se emite en late night.

Desde su origen, el show de Pablo Motos y Jorge Salvador ha sabido inventar un universo propio que rompe protocolos televisivos para atrapar la atención del espectador. Un programa de mayores con dos marionetas con forma de hormiga que arropan y sirven de contrapunto de una entrevista que busca asombrar al invitado con un aprendizaje científico. Y un presentador que no puede disimular sus filias, sus fobias y sus inquietudes, mientras que Trancas y Barrancas relativizan sus intensidades. Por todo ello, El Hormiguero ha triunfado tanto. Porque aporta, porque tiene una mirada diferente, porque no es lo mismo, porque nos cae o muy bien o muy mal, porque no necesita a Hollywood. Porque El Hormiguero es España con todas sus glorias, chulerías, fantasías y suspicacias. Sí, El Hormiguero es Berlanga. Tanto que hasta alguien ha creído que es buena idea recalcar que David Hasselhoff ha dicho que es "uno de los mejores programas del mundo".

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