Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Las horas cruciales

Miembros de la Unidad Militar de Emergencias en la estación de Atocha (Madrid).
Miembros de la Unidad Militar de Emergencias en la estación de Atocha (Madrid).
UME
Miembros de la Unidad Militar de Emergencias en la estación de Atocha (Madrid).

La preocupación por la salud, que es lo primero, tiene a la sociedad sumida en el desconcierto. De repente todo ha cambiado en nuestras vidas. Nuestro presente ha dado un vuelco de la noche a la mañana. La sensación de alarma ante la impotencia nos coge sin capacidad de reacción ante la adversidad sobrevenida.

Pero quizás lo más trascendente de esta crisis está por llegar y ni tan siquiera se puede intuir. Estamos asistiendo a un desastre económico, apenas representado por los batacazos bursátiles, sin precedente histórico. Y, desde luego, la influencia de la pandemia en la economía, con ser muy grave, no es lo único.

Ahora no tenemos tiempo ni la mente despejada para prever que estamos al final de una era, caracterizada por los avances científicos y tecnológicos, y que después de este desastre vendrán otras en que probablemente serán muchas las cosas que necesariamente van a cambiar. Después de la pandemia del coronavirus quienes sobrevivan no van a conocerse.

Todo lo que estamos presenciando y protagonizado desembocará en una forma distinta de ver la vida, de apreciar mejor los valores perdidos y de asumir secuelas que afectarán desde las costumbres más nimias, como la forma de saludarse, a las más trascendentes como la forma de convivir.

La primera actividad que está viviendo un antes y un después es la política. El enfrentamiento con esta realidad, que pone a prueba la capacidad personal e ideológica de quienes tienen la responsabilidad de gestionar, nunca a gusto de cada uno y siempre en beneficio de todos, influirá y mucho en la forma en que la sociedad en sus diferentes estamentos haya deducido nuevas lecciones. 

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