Los animalistas, que suelen tener razón a menudo, entran a veces en contradicciones elocuentes. Estos días lo están haciendo con sus protestas por la liquidación a tiro limpio de la invasión de cotorras argentinas, una especie invasora que con una rapidez extraordinaria ha poblado parques y jardines, que aseguran se está llevando en Madrid.
Desde luego, da pena que se maten animales y especialmente aves. Echamos de menos que cada vez resulta más infrecuente ver algunas sobrevolándonos. Las cotorras argentinas son la excepción que prolifera, pero lo malo es que prolifera a costa de las demás. Aunque muchas personas las rechazan porque, lejos de alegrarnos la vida con sus cánticos, molestan con sus graznidos.
Son agresivas y a los pequeños pájaros los ahuyentan e incluso destrozan
Pero eso no es lo peor que se puede argumentar en su contra. Los animalistas censuran su extinción, pero es lo mismo que ellas hacen con otras aves autóctonas a las que están eliminando de nuestros cielos sin compasión. Son agresivas y a los pequeños pájaros los ahuyentan e incluso destrozan.
Hace poco un informe científico denunciaba la desaparición de las colonias de gorriones. Algunos cálculos reducen su número a menos de la mitad de los que existían hace una década. Es evidente que no todos son víctimas de las cotorras. Hay otras causas, como el cambio climático y la contaminación.
Los gorriones, los jilgueros y los canarios son pacíficos. Y así les va
Lo mismo se puede decir de los jilgueros, los mirlos, los canarios, aves que alegran, propician optimismo y no molestan a nadie. Matar a las cotorras a tiros no es elogiable, pero las cotorras tampoco son inocentes. Los gorriones, los jilgueros y los canarios son pacíficos. Y así les va.
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