Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Brujería en el estadio

Murciélago
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¿Brujería o goles? He aquí la duda que ha surgido al final del partido inaugural del Campeonato Africano de Naciones de Fútbol (CHAN) entre Camerún y Zimbabue. Cuando iba a efectuarse el saque de honor en el estadio de Yaundé –la segunda ciudad camerunesa–, el entrenador zimbabuense Zahavko Logorasi levantó una pancarta que había improvisado desde el banquillo protestando por la presencia de un murciélago muerto en el centro del césped.

No está claro si el único mamífero que vuela, ave de mal agüero en muchos lugares, murió allí o, lo que sospechan los aficionados de Zimbabue, fue colocado por los adversarios camerunenses para propiciarles mala suerte. El árbitro se desentendió enseguida. Las restricciones impuestas en la lucha contra el coronavirus habían limitado la entrada al estadio a unas decenas de personas, lo cual evitó males mayores entre los exaltados.

La convicción de que se trataba de una estrategia de brujería excitó los ánimos y la tensión se mantuvo viva hasta el final del encuentro que, para mayor duda, ganaron los locales por un gol a cero. Ocurrió el sábado 29 y solo la oportuna intervención de los políticos y diplomáticos de los dos países, que calmaron los ánimos, evitó que el incidente degenerara en un conflicto internacional.

La realidad es que los murciélagos son feos y malolientes. A menudo son transmisores de enfermedades –en África se considera que propagan el ébola y otras epidemias– y son un recurso frecuente de las creencias de brujería que continúan practicando muchas personas en el continente. Sin embargo, hay quienes piensan que curan los males propios y estimulan los ajenos, pero hasta ahora no constaba que tuvieran nada que ver con el balón. 

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