No se apelotonen ni impacienten. Hagamos las cosas con orden y sentido común. Afloran por doquier iniciativas ciudadanas rebosantes de generosidad y buenas intenciones en apoyo de los refugiados ucranianos. ¡Magnífico! Edificante la respuesta de nuestra gente, automática la reacción de miles de colectivos y entidades del país. Las emociones y los sentimientos humanitarios nos impulsan a actuar.
Unos cuantos espontáneos se han lanzado a la carretera rumbo a Polonia para empuñar las armas, otros con la intención de ayudar a lo que se tercie. En algunos balcones de nuestras calles hay pancartas que rezan: "Refugees Welcome". Esta guerra y sus efectos colaterales ha impactado en nuestra vida cotidiana a todos los niveles.
La ayuda más eficaz es el dinero entregado a las organizaciones que están interviniendo sobre el terreno
No obstante, sin querer ejercer de aguafiestas, considero que esta eclosión colectiva de solidaridad, para ser útil y eficiente, ha de dotarse de un cerebro organizativo capaz de detectar necesidades y priorizar actuaciones.
Tanto la Cruz Roja Internacional como la Federació Catalana d’ONG nos dicen que la ayuda más eficaz es el dinero entregado a las organizaciones que están interviniendo sobre el terreno. Confío en el consejo y el buen hacer de ambas entidades.
A las administraciones les toca ahora lidiar con la adecuación de los servicios de acogida, la escolarización, los temas sanitarios y los permisos de trabajo de los refugiados. Todo ello no va a ser fácil. En lista de espera tenemos a miles de personas llegadas a España desde otros infiernos.
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