OPINIÓN

El año (vírico) de la marmota

Dos mujeres conversan desde sus balcones en València.
Mujeres conversan desde sus balcones durante la primera época de la pandemia, en València.
EDUARDO MANZANA
Dos mujeres conversan desde sus balcones en València.

Hoy me he despertado marmota. Como Phil, la de la famosa película del día sin fin, que en febrero asoma el hocico fuera de la madriguera, comprueba el tiempo y si lo ve mal se mete de nuevo, pues sabe que el invierno aún durará seis semanas más. Nosotros empezamos este verano a asomar la nariz fuera de las casas, pero el invierno del maldito coronavirus sigue ahí fuera, llevándose vidas, economías e ilusiones. Y nos volvemos a encerrar.

Hemos renunciado a acabar con el bicho; habrá que acostumbrase a vivir ya siempre con él. También hemos renunciado a tener una vacuna milagrosa que iba a llegar muy rápido, muy eficaz, muy global. Un pinchacito y todo habría quedado en un mal sueño. Pero no existen remedios sencillos para una pandemia tan compleja como esta. Más nos valdría dedicar esfuerzos científicos a saber con exactitud cómo se evitan los contagios que a buscar esa quimérica vacuna que solo podrá recibir una parte de la población mundial más rica. 

La vida tiene sus ritmos. El nuestro es el de la marmota: asomar el hocico de vez en cuando esperando a que escampe

Pero el laboratorio que descubra la vacuna ganará miles de millones con su venta, mientras que el que encuentre un método eficaz para evitar al bicho tan solo obtendrá agradecimientos. Imagina a qué estamos dedicado ahora mismo más recursos.

Yo, a pesar de todo, sigo siendo optimista. Al final vamos a encontrar una solución a todo este desastre vírico. No caigamos en la derrota. No es el fin del mundo. Aparecerá la vacuna y terminaremos conociendo cómo evitar los contagios. ¿Cuándo? Mantengamos la calma. Las prisas siempre son malas. Hace menos de un año el virus no existía. La vida tiene sus ritmos. Y el nuestro, de momento, es el de la marmota. Asomar el hocico de vez en cuando esperando a que escampe. Y llegará. La primavera siempre llega.

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