Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

La farsa ideológica 'indepe'

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Nada es lo que parece en Cataluña o, al menos, nada de lo que pretende parecer. Ya la terminología empleada por los actores que promueven el conflicto catalán permite dimensionar su empanada ideológica. Antifascistas se llaman a sí mismos los componentes de la turba violenta que arrasó el centro de Barcelona para reclamar la independencia a un supuesto Estado represor. Es el mismo discurso que mantiene Quim Torra, cabeza visible de una formación política hegemónica durante décadas en Cataluña y que representaba a la burguesía más elitista y corrupta de la región, como a la postre se pudo constatar. 

Ellos llaman "ultras" a los pocos que se atreven a manifestarse en favor de la Constitución, como si ondear la bandera de España fuera una provocación que atentara contra sus libertades. La chusma incendiaria sí puede levantar hogueras si no les gusta una sentencia judicial, una ideología adversa o los símbolos constitucionales. Ellos pueden escrachar a quienes quieran, golpear a los que les contradigan o apedrear a los policías que afrontan sus desmanes. Los demás son los fascistas, y ellos los demócratas. 

Ellos pueden escrachar a quienes quieran, golpear a los que les contradigan o apedrear a los policías

Un detalle revelador fue la felicitación que expresó Matteo Salvini a Torra por las protestas en Cataluña. El líder de la Liga, quizá la formación ultraderechista más parecida al fascismo que campea por Europa, se había congratulado también de los éxitos de Vox. Igual no es tan contradictorio. 

Tampoco debería ser fácil digerir el apelativo de izquierda cuando lo usan formaciones que buscan la separación de una parte de España. La izquierda es, por principio, internacionalista, antítesis de los nacionalismos, contradicción que, a pesar de ello, nunca ha sido problema para formaciones como ERC que lleva la "Esquerra" en su título. La internacional se canta poco o nada en sus mítines; entre los objetivos programáticos tampoco figura el alzar a "los pobres del mundo" y su estrato social es mayoritariamente clase media alta, no el proletariado cuyas condiciones de vida no están entre sus prioridades. 

Ese, sin embargo, no fue el motivo por el que los radicales le llamaron "botifler" al portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián. Le acusaron de traidor por condenar la violencia, algo que está muy mal visto entre el activismo indepe más intenso, que paradójicamente se gusta llamar cívico y pacifista. En cambio, a la CUP siempre le fue la marcha, aunque para ellos la secesión es solo un instrumento manejable para desmontar el sistema. 

La izquierda es, por principio, internacionalista y antítesis de los nacionalismos

Los líderes del independentismo no calcularon las consecuencias de ceder a organizaciones soberanistas como ANC y Òmnium –que carecen de representación democrática– el protagonismo para poner la calle por encima del Parlamento autonómico. Otro tanto ocurrió con los CDR y otros tsunamis a los que instigaron hasta superar el alboroto a la acción institucional, lo que debilita a la política su capacidad de interlocución.

Nada es lo que parece en el mundo indepe, ni siquiera el último desafío del Parlament con el debate sobre la autodeterminación. La propuesta acordada es un intento a la desesperada de aparentar una unidad del separatismo que se abrasó en las hogueras de Barcelona. Otra "ensoñación" más de la gran farsa.

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