El margen de error que hay es mínimo. Un fallo de cálculo conlleva pérdidas vitales, y económicas. Es complicado lidiar con algo nuevo. Los humanos tenemos la tendencia de ir siempre por detrás de los problemas. Los grandes inventos de la historia han aparecido para solucionar un contratiempo, resolver una necesidad o por serendipia. Este virus nos obliga a anticiparnos, y no hay nada más difícil que tratar con lo desconocido.
Sumemos que los que gestionan están viviendo una nueva etapa. Las coaliciones han llegado para quedarse, y ello conlleva disparidad de opiniones. Medidas exageradas siempre van a tener su consecuencia y llega el momento de aceptar que, hasta que llegue la vacuna, habrá pérdidas pese a las decisiones que se tomen.
Existen dos tipos de personas, las que hacen, y las que parece que hacen. Los efectivos y los efectistas. La ciencia solo entiende de datos, no de trucos. Mirar a la Navidad sin pasar el puente de noviembre o de diciembre es una temeridad. Los toques de queda rememoran a V de Vendetta. Los casos de gente joven enferma aumentan, pero si algo ha demostrado el virus es que la edad es un factor determinante.
Una medida efectiva sería crear un grupo burbuja de mayores de 60 años. Sus autobuses, sus horarios en comercios o sus espacios en la hostelería. Habría que invertir recursos en psicólogos y terapeutas, pero si se salvan vidas no habría que dudar. No tardarían en llegar cantos por la discriminación. Es cierto que es un trato diferente, pero no vejatorio, sino preferencial. Les queremos mucho, les queremos vivos. Un recurso mientras buscan qué efecto darle a lo que vayan a anunciar. Pueden ser efectistas o efectivos, allá cada cual.
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