El 'boom' de los comercios chinos llega incluso a los bares de tapas

  • En la región hay 18.000 negocios en manos de chinos, el 5,2% del total.
  • Hasta 1.000 de ellos se han creado en los dos últimos años.
  • Montan restaurantes, peluquerías y hasta grandes emporios.
  • OPINIÓN: Paella o tres delicias.
Santi, en la barra de su mesón castellano en Madrid, Izakaya.
Santi, en la barra de su mesón castellano en Madrid, Izakaya.
JORGE PARÍS
Santi, en la barra de su mesón castellano en Madrid, Izakaya.

Empezaron con los restaurantes chinos. Después, continuaron con las tiendas de ultramarinos. Ahora ya tienen grandes distribuidoras, peluquerías y hasta las típicas tascas de toda la vida. Los chinos, el colectivo de inmigrantes más silencioso, es también el más dinámico a la hora de montar empresas, hasta el punto de que ya hay 18.000 negocios en manos de estos asiáticos en toda la región, el 5,2% del total de empresas, según datos de Fedecam (Federación de Empresarios de la Comunidad).

De ellos, alrededor de 1.000 se habrían creado los dos últimos años, según Salvador Santos Campano, presidente de Cecoma (Confederación de Empresarios de Comercio Minorista de Madrid). La mayoría son tiendas de alimentación, pero últimamente montan todo tipo de comercios, incluso han conseguido levantar varios Chinatowns: Lavapiés, Usera, Cobo Calleja...

45.000 empadronados

Según los datos del último Informe de Población Extranjera en la comunidad, en junio de 2010 había 44.673 ciudadanos chinos empadronados, lo que representa el 4% del total de población extranjera (1.116.284 personas). En los primeros seis meses del año se incrementó en 750 personas (1,71%), pasando de los 43.923 que había en enero a los ya mencionados 44.673 de junio. Además, encabezan el ranking de emprendedores extranjeros con 7.551 autónomos (el 22,8% del total de trabajadores extranjeros por cuenta propia).

Este aparente éxito demográfico y económico tiene una cara B. Hay gente que les acusa de no integrarse y de tener sus propias redes de distribución y créditos. Otros son más explícitos, y denuncian sus sistemáticos incumplimientos de la normativa: "La segunda oleada de comerciantes, la de ultramarinos y peluquerías, se saltan todas las reglas, tanto en horarios como en higiene", asegura Santos Campano.

Alfonso Tezanos, presidente de Fedecam, es más positivo: "Cada vez están más adaptados. Ya son muchos los que hablan español y crían a sus hijos aquí. También hemos repartido miles de folletos con instrucciones en chino sobre la normativa para sus comercios". Por su parte, Hong Guang Yu Gao, primer representante chino en la Cámara de Comercio de Madrid, no duda en defender a sus compatriotas: "En nuestra cultura es normal trabajar 24 horas, ya que valoramos mucho el sacrificio y el esfuerzo. Además, los chinos no solemos viajar nunca solos al extranjero. Con nuestro idioma, sería un problema. Por eso en Madrid provenimos todos de la misma provincia".

Una apertura por cada dos cierres

Se calcula que por cada dos comercios españoles que cierran, abre uno de chinos. "La cifra puede andar cerca, aunque no hay datos oficiales", explica Salvador Santos Campano, presidente de Cecoma (Confederación de Empresarios de Comercio Minorista de Madrid). Por su parte, Hilario Alfaro, presidente de Cocem (Confederación de Comercio Especializado de Madrid) opina que da igual la nacionalidad de quien monte el negocio: "Lo importante es que se cumplan las reglas", dice.

"La paella me sale muy rica"

Santi tira cañas y pone cafés con la maestría propia de un barman que lleva 10 años en hostelería. "Empecé en Canarias sirviendo cócteles. Aquí todavía los preparo. Y la paella me sale muy rica, mejor que a los españoles. En Madrid, a la gente le gusta el arroz más blando, pero tampoco es muy diferente. La cocina china es bastante más complicada que la de aquí, la verdad".

Sí, han leído bien. Comida china. Porque Santi no se llama Santi, sino Chen-Dong, y es oriundo de una ciudad cercana a Cantón, en el país asiático. "Los clientes me llaman Santi en vez de Santiago porque es más fácil", nos dice, no sabemos si en broma o en serio. Él es el actual propietario de Izakaya, un bar de tapas de Manuel Becerra registrado como mesón castellano.

"Lo alquilé hace un año y no cambié el tipo de comida que servían. El rollito de primavera no pega mucho como aperitivo. La gente prefiere el jamón, ¡y a mí me encanta!", nos cuenta mientras nos sirve un pincho de tortilla, una ración de croquetas y otra de jamón. Al poco, una cliente le interrumpe, "¡Niño, cóbrate la caña, haz el favor!", y él la despacha en un minuto.

Llegó hace más de una década a España. Ahora trabaja de sol a sol para mantener un negocio que le tiene esclavizado. "Abro a las siete y media de la mañana y hasta las once de la noche no cierro. Tengo una chica para servir copas de madrugada, pero está de vacaciones. Es que de noche los clientes consumen más si quien les sirve es una chica guapa, ¿sabes?". De lo que no nos libramos es de la cuenta. 24 euros por dos tercios de Mahou, y las tres raciones consumidas. El café lo dejaremos para después. Al irnos, nos pasa una tarjeta. "Hago todo tipo de cócteles. Los mejores son los mojitos". En la tarjeta pone: "Izakaya. Coctelería y Style bar".

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