La supervivencia del saber en la era digital

De izquierda a derecha, Diego Manrique, Fernando Savater y José Cervera.
De izquierda a derecha, Diego Manrique, Fernando Savater y José Cervera.
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De izquierda a derecha, Diego Manrique, Fernando Savater y José Cervera.
Rafa VidiellaTodos coinciden en que Internet revolucionó la cultura para mejor, pero las discrepancias surgen cuando se les pregunta si los creadores han resultado beneficiados o si el público es más culto. Consultados al respecto, tres expertos hablan de cómo sobrevivirá el saber en la jungla digital.

Diego Manrique, periodista y experto en el mercado musical, considera que «todas las partes del conflicto tienen algo de razón. Tener una fonoteca gigante al alcance de la mano es un avance histórico, pero también tiene consecuencias tan desagradables como el desmoronamiento de la infraestructura que permitía difundir y producir música». José Cervera, periodista, bloguero y profesor de Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos, apenas ve perjuicios. «Internet es lo mejor que le ha pasado a la cultura desde la invención de las bebidas alcohólicas –explica– y gracias a Google, por ejemplo, se resuelven en segundos discusiones familiares o dudas de todo tipo. En YouTube, en dos meses, se sube más material en vídeo que el producido desde 1945 por las cadenas ABC, NBC y CBS. Y la música... hasta las propias discográficas se meten en páginas de intercambio de archivos simplemente para saber qué canciones tienen más impacto».

Artistas: ¿beneficiados o perjudicados?

No lo ve tan claro, sin embargo, el filósofo y escritor Fernando Savater. «Por supuesto que Internet es un mecanismo fabuloso para acceder a la cultura –explica–, pero todo lo que abre posibilidades también abre peligros. Uno de ellos, por supuesto, es el de que se hable de estupideces como de la cultura gratuita. Eso no es bueno para la cultura, sino una amenaza. Si la gente deja de pagar por ver películas, comprar discos o libros, volveremos a los tiempos del mecenazgo. Creer que la cultura tiene que ser gratuita es una imbecilidad, ofrecer un instrumento para que la gente robe con impunidad y que, al final, los perjudicados sean los creadores».

Cervera no lo entiende así: para él, son otros los que sufren el problema. «La cultura estaba dominada por los intermediarios –afirma–. Editores y empresas de gestión tomaban las obras culturales, las multiplicaban, distribuían y vendían. El mercado estaba muy ordenadito y los intermediarios decidían qué se escuchaba, veía o leía. Eso ha desaparecido: si eres un creador, puedes llegar a tu público pasando por encima de los intermediarios. No los necesitas. Seguirán existiendo, pero ya sin un poder absoluto. ¿Y ellos qué hacen? Intentar legislar a su favor en una ofensiva brutal para conservar sus privilegios. Pero las leyes no están hechas para eso».

La ley, las ofensivas brutales... que haya paz. Volvamos a la cultura. ¿La gente, entonces, está aprovechando bien o mal todas las posibilidades de cultivarse que ofrecen las nuevas tecnologías? «Por supuesto que bien –sostiene Cervera–, hay muchísima más oferta de texto, vídeos, música o medios de comunicación». Para Manrique, esa abundancia no tiene por qué ser siempre buena: «Al entender que es gratis, la gente acumula cantidades enormes de música que luego no escucha y que luego no es capaz de entender. Saber en qué condiciones se hizo, qué influencias ha recibido o transmitido, no conocer todo eso produce una devaluación del saber. Y, desde luego, creo que negarse a pagar por ella es despreciar la cultura».

La droga más dura, la gratuidad absoluta

Por su parte, Savater cree que tantas posibilidades han creado, en realidad, muchos más semicultos, «que son mucho más peligrosos que los ignorantes –afirma el filósofo–. Internet ha sido el medio ideal para determinadas gentes que creen que saben de algo, que mezclan teorías verdaderas y equivocadas, que tienen la arrogancia de creerse cultos pero que en realidad son pobres majaderos. Si miras los blogs, por ejemplo, verás que sobre todo lo que hay son semicultos».

Y el periodista Manrique está, en parte, de acuerdo: «La época de los expertos, de los grandes opinadores, ha terminado. Todo se ha democratizado, y también la opinión. Hay gente que enriquece el universo de las opiniones, pero tal vez los que de verdad saben han perdido relevancia».

Enterados estamos. El futuro es, entonces... ¿el paraíso?, ¿el infierno?, ¿algo intermedio? Quizá todo dependa del dinero. Para Manrique, «pretender que la gente pague es como meter la pasta de dientes en el dentífrico: imposible introducirla de nuevo. El gratis total es la droga más fuerte del mundo». Para Savater, «igual que para los bárbaros era absurdo que la mujer votara, lo es ahora el pagar por la cultura. Hará falta educación y aprender a valorar las cosas». Cervera considera que «habrá sitio para todo. Editores, estudios de cine y discográficas tienen una labor importante. Seguirán añadiendo valor a la cultura, pero dejarán de controlarla por completo».

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