Plácido Domingo: "Si mi nieto fuera 'heavy' le enseñaría mi música más que a nadie"

  • '20minutos.es' entrevistó al tenor durante su última visita a Madrid.
  • Presentó el disco, 'Amore Infinito', en el que colabora su hijo Plácido.
  • "El deporte me da más disgustos que el trabajo", asegura el español.
Plácido Domingo, durante su reciente visita a Madrid.
Plácido Domingo, durante su reciente visita a Madrid.
EFE
Plácido Domingo, durante su reciente visita a Madrid.

Hasta dentro de algo más de seis meses el tenor Plácido Domingo no volverá a pisar las calles de su ciudad natal. Traerá entonces de la mano al personaje que hace sólo unos días le valió 25 minutos de aplausos en Berlín, el Simón Boccanegra de Giuseppe Verdi.

Durante su fugaz paso por Madrid, la semana pasada, presentó su nuevo trabajo discográfico, Amore Infinito, una recopilación de canciones basadas en poemas del fallecido Papa Juan Pablo II y en el que colaboran su hijo Plácido, el italiano Andrea Bocelli o el estadounidense Josh Groban, entre otros.

A sus 68 años, el también director de orquesta es capaz de tumbar de cansancio al séquito que le acompaña -"no se cómo aguanta", comentan incrédulos a su alrededor-; su agenda, casi completa hasta el año 2012, no tiene un mínimo hueco libre entre funciones, salvo para ocasiones especiales y casi siempre relacionadas con el fútbol, la otra gran pasión del artista.

Por eso, 20minutos.es aprovechó un rutinario trayecto en coche para hacerle una entrevista poco usual. La primera pregunta era obvia.

Dadas las circunstancias, hágame un diagnóstico del Real Madrid.

Pues nada, que el balón es redondo, unas veces entra y otras no… y no ha querido entrar. Pero yo estoy con mi equipo en las buenas y en las malas. Hemos perdido la Copa del Rey, pero hay mucha liga y espero que el 22 de mayo el Real Madrid gane su décima Copa de Europa en el Bernabéu. Tan fácil como eso (risas). Hay un equipo que lo puede hacer todo, pero el hecho de que Cristiano haya estado lesionado ha  influido mucho. Y es un momento difícil, pero creo que se va a superar. Lo del Alcorcón fue una de esas cosas insólitas que pasan, pero lo que no tiene remedio es mejor parar de comentarlo...

¿Qué le ha dado más disgustos, el deporte o el trabajo?

Yo creo que el deporte, porque me lo tomo muy a pecho (risas). En la profesión hay momentos difíciles, pero la verdad es que tengo unas satisfacciones tan grandes… Este año he seguido, por ejemplo, los partidos de Pau Gasol en Los Ángeles; y siento una gran rabia por Alonso, que finalmente está en Ferrari después de que le hicieran algo tan tremendo en la McLaren. Si eso no hubera sucedido, hoy sería campeón del mundo por lo menos cuatro veces. Estas cosas me llegan.

Berlín le brindó hace unos días 25 minutos de aplausos tras cantar como barítono Simón Boccanegra. ¿Qué sintió?

El aplauso del público es algo que te llena de emoción, es increíble. Yo tengo en el (libro) Guinness un récord de una hora de aplausos, y ya no sabes qué hacer cuando sales al escenario. Pero eso va de público a público: por ejemplo, el de Londres no suele querer entretener tanto al artista, pero la ovación que te pegan en diez minutos no se te olvida en tu vida. El alemán quiere hacerte ver que saben mucho y te lo aprecian con todo el tiempo del mundo. Y el público de Viena suele estar en su casa en un máximo de 15 minutos, pero el de Nueva York se pasa tres cuartos de hora sacando el coche del garaje y llegan a casa hora y media después. El aplauso que te dan es menor pero igual de legítimo, va en relación con las ciudades y los caracteres.

Cuando uno está en la cima, ¿se relaja o sigue trabajando duro?

Se trabaja siempre, nunca puedes relajarte, porque sabes que cada cuatro o cinco días tienes que dar la cara ante el público. Esperan con ilusión lo que vas a hacer, han comprado las entradas con antelación, han hecho planes, las señoras van a la peluquería, el marido sale antes del trabajo, etc. Son muchas preparaciones y ante eso tienes que dar lo mejor que tienes.

¿Cómo surgió el proyecto de Amore Infinito?

Un día me pidieron que cantase un himno a la paz, contra la guerra, en Italia. Y para mi sorpresa vi que el texto era de Wojtyła. Yo ya había cantando para el Papa en México o en Nueva York, y lo había conocido en una audiencia privada con mi familia, pero después de aquello nos llamó al Vaticano para agradecérnoslo y se me ocurrió preguntarle si le gustaría que a algunos de sus otros poemas se les pusiera música. Y me dijo que sí. Ese fue el último día que lo vi, poco antes de su muerte. Así que hablé con mi hijo Plácido, que es compositor, y empezamos a crear esta idea. Primer buscamos tres poemas muy clásicos basados en la Biblia, y cuando íbamos a grabar pensé que tenía que haber una poesía que nos hablara más del Juan Pablo II al margen de la religión católica. Y la encontramos, poemas de un gran valor, con crítica; Juan Pablo II escribió muchos poemas dedicados a los obreros, al sufrimiento del pueblo polaco. Digamos que no es un disco que sea sólo para los católicos, sino para los que han admirado a este personaje.

¿Cuánto tiene la música de religión?

No tiene mucho. En realidad, este es un disco popular, tiene el beat que a la gente le va a llegar. Son melodías pegadizas que incluso podrían ser clásicas, y esa es la mezcla que buscábamos.

Pasa más tiempo fuera que dentro de casa ¿no le riñe su familia?

No, porque entienden muy bien mi vida. Mi mujer era cantante, es directora de escena y productora, y así crecieron mis hijos. También mis padres solían viajar siempre. Yo vivo entre Los Ángeles, Nueva York y Washington, pero de repente me paso, como ahora, un mes en Berlín o en Milán. Depende de dónde tenga producciones largas.

¿Qué perspectiva del mundo se tiene desde un país como EE UU?

La pregunta quizá sería qué perspectiva tenemos en Europa sobre ellos (risas). Se están dando cuenta de que la Unión Europea tiene una importancia económica y social, y un poder extraordinario. EE UU está en un momento de crisis, y además China e India están creciendo, así como Brasil. Antes veían a la vieja Europa, pero ahora las opiniones de Obama son muy diferentes a las que tenía Bush. Lo que pasa es que no todo se puede arreglar en un año. Obama va a necesitar tiempo, y ojalá se lo den, porque lo más difícil para un presidente de allí es el Senado, donde se decide qué le dejan hacer y qué no...

¿El concepto elitista de la ópera es cosa del pasado?

Vamos a decir que la ópera ha evolucionado mucho, hay un repertorio mayor, hay más teatros y una inmensidad de cantantes con más oportunidades que las que teníamos antes. Pero la ópera es cara, cuesta mucho. Hay un público que quisiera ir y no puede, y eso no sé cómo se va a arreglar. Quizá la solución sería que unos arquitectos junto a unos especialistas en acústica pudieran construir teatros más grandes, con 3.000 o 4.000 localidades; eso podría abaratar el precio.

Si un nieto le saliera heavy, ¿qué haría?

Respetaría mucho lo que él quisiera hacer, pero le aconsejaría y le enseñaría más que a nadie mi música (risas).

A pesar de lo trágico de muchos de sus personajes, ¿a cuál le tiene más cariño?

Es muy difícil escoger, es como si tienes siete u ocho hijos y te preguntan cuál es tu preferido. En cuanto a lo de las tragedias, yo suelo decir una frase: Life is short, opera is long; Wagner longer, and the Ring, impossible… (risas).

BIO. Nació en Madrid en 1941. Sus padres eran intérpretes de Zarzuela que emigraron a México cuando él tenía ocho años. Allí estudió piano, solfeo, canto, composición y dirección. Su madre, Pepita Embil, era de la localidad guipuzcoana de Getaria; "Me gustaría ser menos conocido para volver siempre que quisiera", confiesa el tenor, que recientemente ha debutado como barítono en una gran producción. Está casado desde 1962 en segundas nupcias con la soprano mexicana Marta Ornelas. Actualmente dirige las óperas de Washington y Los Ángeles.

Puedes seguirme en Twitter: @MirenM

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