Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

La paz siempre difícil

Un edificio de la Academia de Derecho de Odessa en llamas tras un ataque con misiles rusos en Odessa.
Un edificio de la Academia de Derecho de Odessa en llamas tras un ataque con misiles rusos.
AP
Un edificio de la Academia de Derecho de Odessa en llamas tras un ataque con misiles rusos en Odessa.

Sabemos perfectamente, y la historia nos lo recuerda, que las guerras casi nunca terminan sin un acuerdo previo de paz. Estamos asistiendo desde hace muchos meses a dos, una en Ucrania y otra en Gaza, que causan víctimas diarias y, al menos en la que enfrenta a Ucrania contra Rusia, ni siquiera se vislumbran intentos de búsqueda de un acuerdo que proporcione el final de los enfrentamientos y, en definitiva, la paz que los ucranianos tanto ansían, mientras ven cómo muchos mueren y sus infraestructuras se destruyen.

La guerra que libran los israelíes contra la milicia de Hamás en la Franja de Gaza sí proporciona noticias de intentos, lentos y difíciles, para que las hostilidades terminen, pero en la de Ucrania han transcurrido más de dos años de contienda y nada consta de que algunas de las escasas iniciativas de negociación hayan prosperado, ni siquiera que la diplomacia mundial esté trabajando en la búsqueda de algún acuerdo para ponerle final.

Muchos expertos ven con preocupación que la guerra va para largo y las únicas perspectivas de que termine son que Ucrania se rinda y renuncie a las regiones bajo control ruso, como ya ocurre con la península de Crimea. La desproporción entre los dos contendientes es enorme: Rusia dispone de una capacidad militar muy fuerte, mientras Ucrania resiste gracias al apoyo de la OTAN.

¿Hasta cuándo puede prolongarse este apoyo? Es la pregunta que se escucha a menudo. La Alianza está integrada por 32 países y algunos ya han expresado su disposición a seguir ayudando con armas y municiones a que las tropas ucranianas consigan resistir. En la práctica todo depende de los Estados Unidos y su negativa a que Putin siga consiguiendo sus objetivos que probablemente no serían los últimos. Unas semanas atrás alardeaban de estar recuperando cada día cincuenta metros de las zonas ocupadas por los rusos tras la invasión, pero actualmente la situación ha cambiado y la realidad es que son los rusos los que siguen avanzando bien.

La paz, uno de los deseos más ansiados, se resiste una vez más. Lejos de ofrecer probabilidades de lograrse, las ambiciones del poder y las tentaciones del odio, agravado también por los enfrentamientos de índole religioso, ya reiteran temores de que estos conflictos actuales degeneren en otros de mayores proporciones. Las grandes potencias son conscientes de esta posibilidad y todas están incrementando sus arsenales, con el siempre temible último recurso de la bomba atómica.

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