Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Una opa con muchas aristas

El consejo de administración de BBVA ha decidido formular una oferta pública de adquisición (OPA) hostil sobre el 100% de las acciones de Banco Sabadell tras el rechazo de esta entidad a una propuesta de carácter amistoso.
BBVA y Sabadell.
Henar de Pedro
El consejo de administración de BBVA ha decidido formular una oferta pública de adquisición (OPA) hostil sobre el 100% de las acciones de Banco Sabadell tras el rechazo de esta entidad a una propuesta de carácter amistoso.

La opa que el BBVA ha lanzado sobre el Sabadell parece a priori condenada al fracaso. No solo porque los directivos de la entidad nacida en Cataluña hace 75 años la rechacen, sino porque el Gobierno se ha manifestado tajantemente en contra, y tiene además en sus manos la decisión final de autorizar la fusión bancaria. Es cierto que la negativa se ha producido en la recta final de las elecciones catalanas, con Carles Puigdemont agitando el espantajo de la "conspiración" para liquidar a las entidades financieras catalanas, olvidando que si CaixaBank o Sabadell ya no tienen la sede fiscal en Cataluña es por culpa del procés. No obstante, sorprende que el presidente del BBVA, Carlos Torres, sea tan optimista con la posibilidad de que el Gobierno vaya a cambiar de criterio con el paso de los meses, si bien se prevé que el BCE informe favorablemente de la operación desde el punto de vista de la solvencia. El problema esencial es que la fusión tiene muchas aristas: excesiva concentración bancaria, pérdida de empleos, y probable perjuicio al consumidor particular o a las empresas. Es bueno que haya grandes entidades financieras, pero en España, tras escabechina por la crisis inmobiliaria del 2008, ya no quedan apenas cajas ni demasiados bancos. Ahora lo que convendría son fusiones transeuropeas. Por ello es posible que la Comisión Nacional de la Competencia frene en seco la operación.

El plan de absorber al Sabadell tiene mucha lógica para el negocio del BBVA, pero con esta opa hostil la entidad corre un riesgo reputacional. Un fracaso, y ya sería la segunda vez que intenta quedarse con el banco catalán, pondría a Torres y a su equipo directivo en una posición delicada. La opa pudo llevarse a cabo en 2020, cuando el Sabadell estaba en un momento difícil por la adquisición del británico TSB y capitalizaba en bolsa una cuarte parte, pero la oferta de compra fue demasiado baja. En 2024, el banco que preside el sempiterno Josep Oliu está mucho más fuerte, ha demostrado capacidad de crecimiento y es de los que da un mejor trato a las pequeñas y medianas empresas. Los minoristas y los fondos podrían obtener una buena plusvalía si optaran por la prima del 30% que les ofrece el BBVA, pero un banco es mucho más que sus accionistas.

En esta operación el factor humano de los directivos también ha jugado un papel clave. Oliu no tenía, por edad, futuro dentro del BBVA, y Torres no se ha esforzado en seducirle ni tampoco a su equipo. El final de la opa, en el sentido que sea, va para largo. Por ahora, lo curioso es que, en un país donde Gobierno y oposición discrepan en todo, ha habido unanimidad en el rechazo. También los políticos catalanes y valencianos han mostrado idéntico criterio ante una opa con tantas aristas. La soledad del BBVA es palmaria.

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